Londres: Dos Trovadores diversos y un abuso intolerable
Un Trovador por debajo de lo esperado
IL TROVATORE (G. VERDI)
Covent Garden de Londres. 11 Julio 2016.
Hacer un viaje a Londres para asistir a representaciones de ópera en la Royal Opera House nunca puede ser una ocasión meramente rutinaria. Por tradición, prestigio y, por supuesto, por los precios de las localidades, uno siempre espera lo mejor en este teatro. Se habían programado dos distintos repartos en estas funciones de Il Trovatore, que no pueden ser sino alternativos, teniendo en cuenta la categoría de los cantantes. No sé qué ocurrirá con el segundo reparto en términos cronológicos, pero el primero no ha estado a la altura exigible a una institución como el Covent Garden. Una nueva producción de muy poco interés, una dirección musical por debajo de lo esperado y un reparto vocal aceptable, pero nada excepcional. Vamos, un Trovador de los que pueden verse en muchos teatros de ópera, incluso sin salir de España.
La nueva producción es del director de escena alemán David Bösch, de quien había tenido buenas experiencias anteriores en Munich, con imaginativas y atractivas producciones escénicas en títulos como Meistersinger, L’Elisir, L’Orfeo o Mitridate. No ha sido así en esta ocasión, donde su trabajo no me ha resultado de interés. David Bösch parece trasladar la acción a tiempos recientes, sobre todo a juzgar por la aparición en un momento dado de teléfonos móviles. La escenografía de Patrick Bannwart ofrece un espacio bélico, con la presencia de un gran tanque en varias de las escenas, convirtiéndose en una especie de campo de concentración para el último acto, incluidas alambradas. En las escenas del campamento gitano se sustituye el tanque por una caravana y algunos restos de coches desguazados. El vestuario de Meentje Nielsen es uniformemente gris para las tropas del Conde Luna, mientras que Leonora e Inés visten largos vestidos blancos, siendo todo más colorista para los gitanos, que también parecen estar en guerra. La iluminación de Olaf Winter no tiene mayor relieve.
No hay relecturas por parte de David Bösch, más allá del cambio de época, y tampoco la dirección escénica ofrece mayor interés. Ni la dirección de masas ni la de actores sale de lo que podríamos considerar rutina. Simplemente, se limita a narrar la historia y puedo decir que he visto otras producciones de esta ópera más interesante dramáticamente y con mayor aportación escénica por parte de sus intérpretes.
Mis amigos conocen la importancia que yo siempre doy a la dirección musical, que considero como el elemento más importante en una ópera, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Sin duda que uno de lo grandes atractivos de estos Trovadores era la presencia en el podio de Gianandrea Noseda, de quien guardo en mi memoria magnificas actuaciones, la última de ellas en La Donna Serpente de Turín. Su dirección me ha resultado un tanto decepcionante por el hecho de no responder plenamente a las grandes expectativas que yo albergaba. Todo ha estado en su sitio, los tiempos han sido correctos, ha apoyado a los cantantes y ha sacado un excelente partido de la Orquesta de la Royal Opera House, así como del Royal Opera Chorus. Sin embargo, ha faltado ese algo más que hace que una buena dirección se convierta en una dirección excepcional.
Manrico era el tenor italiano Francesco Meli, cuya actuación no me ha resultado excesivamente convincente. El mejor activo de este tenor es el de ser un excelente cantante, ya que su línea de canto es siempre digna de alabanza. No obstante, creo que el personaje de Manrico le crea algunos problemas, especialmente porque quiere dar una visión heroica del mismo. Su voz no es de las más bellas que uno puede escuchar, pero resulta atractiva en el centro, con el inconveniente de que se estrecha en el tercio superior y está limitado por arriba, donde pasa apuros. La siempre esperada Pira, cantada aquí con sus dos versos y bajada de tono, no pasó de la discreción, ya que su final resultaba casi inaudible. En su interpretación del aria Ah, si ben mio hubo buen gusto, pero también esperaba mas de él.
Lianna Haroutounian y FrancescoMeli
La soprano armenia Lianna Haroutounian fue Leonora y su actuación me pareció no más que correcta. Estamos ante una soprano solvente siempre, pero no es una cantante excepcional. En todas las ocasiones en que la he visto en escena he apreciado la calidad de su voz en el centro y su notable facilidad par abrir sonidos en la parte alta, que es lo mejor de toda la tesitura. Al mismo tiempo – y también en esta ocasión – siempre he echado en falta mayor consistencia en graves y una falta de matices en su canto. Una soprano que no es capaz de ofrecer piani – mucho menos filados – en su gran escena del cuarto acto me resulta monótona, que es lo que me ha parecido nuevamente, reconociendo sus virtudes.
La mezzo soprano rusa Ekaterina Semenchuk ofreció lo mejor de la representación en la parte de Azucena. Esta cantante se ha convertido en una auténtica garantía en el repertorio verdiano y lo ha vuelto a demostrar, cantando con voz amplia y buen sentido musical. Hubo alguna nota demasiado apretada en el segundo acto, aunque no volvió a repetirse, ni siquiera en el final de la ópera.
El barítono serbio Zeljko Lucic fue un buen Conte di Luna, aunque me dio la impresión de no encontrarse demasiado cómodo durante la primera parte de la ópera. No cabe duda de que estamos ante una de las mejores voces de barítono de la actualidad, pero me ha dado la impresión de que no está en su mejor momento.
Maurizio Muraro cumplió bien en la parte de Ferrando, con su conocida voz sonora y su exceso de vibrato por la parte alta.
En los personajes de contorno Jennifer Davis lo hizo de manera satisfactoria como Inés, mientras que David Junghoon Kim lo hizo de manera destacable como Ruiz.
El Covent Garden ofrecía una ocupación algo superior al 90 % de su aforo. El público dedicó una acogida cálida, sin mucho entusiasmo, a los artistas.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración de 2 horas y 47 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 10 minutos. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 190 libras, habiendo butacas de platea desde 170 libras. La localidad más barata con visibilidad plena era de 30 libras. José M. Irurzun
Fotos: C. Barda
Una brillante representación con un abuso intolerable.
IL TROVATORE (G. VERDI)
Covent Garden de Londres. 12 Julio 2016.
Como comentaba ayer, había dos repartos programados de esta ópera de Verdi, que no podían ser considerados como primero y segundo más que en orden cronológico. Todo ha quedado mucho más claro tras ver la representación, que ha mejorado a la del día anterior, especialmente en lo que se refiere a la dirección musical y a la actuación de los nuevos protagonistas de Manrico y Leonora, aunque también hay que señalar que ha habido un lunar de consideración en lo referente al Conde Luna.
Nada nuevo hay que señalar sobre la producción de David Bösch, que me sigue resultando la peor de todas las producciones que he visto de este regista. Ni siquiera se salva en la pura dirección escénica.
Ayer comentaba que la dirección musical de Gianandrea Noseda había quedado por debajo de mis muy altas expectativas. Sin embargo, en este nuevo reparto las cosas han mejorado de manera clara, con una dirección más viva y vibrante que el día anterior. Hoy sí puedo decir que la dirección de Noseda casi cumple con lo que yo esperaba de él. No me corresponde analizar las causas, sino simplemente dar cuenta de los resultados. Me limitaré a señalar que tanto Kunde como Pirozzi han actuado en bastantes ocasiones en Turín dirigidos por Gianandrea Noseda.
El nuevo Manrico era Gregory Kunde, quien volvía al Covent Garden tras más de 10 años de ausencia. He tenido ocasión de verle en varias ocasiones en el personaje desde que lo debutara hace dos años en Venecia y siempre me ha parecido que no está Manrico entre sus mejores creaciones, aunque me quedo claramente con su interpretación vocal, superior a la de Francesco Meli el día anterior. Como me ocurriera en La Fenice hace dos años, me ha resultado su interpretación del aria Ah, si ben mio un tanto corta de brillantez y emoción, mientras que la Pira (cantada a tono) la ha resuelto con mayor brillantez, aunque el agudo final se haya quedado un tanto corto. Para mi gusto lo mejor de su actuación tuvo lugar en el cuarto acto, donde ofreció lo mejor de su canto. La voz sigue ofreciendo frescura, aunque hay algunos signos de fatiga en la zona alta.
La italiana Anna Pirozzi encarnó a Leonora y su actuación me resultó más convincente en términos vocales que la de Lianna Haroutounian el día anterior. La voz tiene calidad y volumen notables y maneja bien su instrumento. En esta ocasión ha habido piani, que se echaron en falta el día anterior. Los graves también tienen entidad para estos personajes. En suma es una soprano muy interesante, cuyo mayor problema reside en que sus notas más altas bordean, cuando no superan, el grito. Es una pena, ya que en más de una ocasión son sobreagudos optativos. Es como si ella no se diera cuenta de su problema. Por todo lo demás, una brillante Leonora.
La mezzo soprano rusa Marina Prudenskaja fue la nueva Azucena y lo hizo bien, aunque vocalmente no puede compararse a su compatriota Ekaterina Semenchuk. La voz no tiene la misma calidad, pero es una intérprete muy notable y termina siendo una sólida gitana, destacando su tercio agudo, quedando algo corta por abajo.
El Conde Luna era el barítono británico Christopher Maltman y su actuación fue lo peor de la representación y uno no puede entender que un teatro como el Covent Garden la haya permitido. Christopher Maltman es un excelente cantante, que ha tenido siempre sus mayores éxitos en las óperas de Mozart y en otros personajes de corte más ligero, como pueden ser el propio Fígaro de Rossini o Eugene Oneguin. Hace muy poco tuvimos ocasión de disfrutar en el Teatro Real de su interpretación en el Friedrich de Das Liebesverbot. Con esto antecedentes, se me hacía extraño verle anunciado como Conde Luna, aunque ya había cantado otros roles verdianos este mismo año, como fue el caso de Simón Boccanegra, que lo debutó en Frankfurt.
Ya en su escena del primer acto se pudo comprobar que su voz no parecía muy natural, como si estuviera cargándola artificialmente para dar más el papel de malvado. En el Il balen y la cabaletta subsiguiente nos ofreció una actuación lamentable, con sonidos muy deficientes, una falta de fiato sorprendente, y una imperiosa necesidad de cortar las notas altas nada más tocarlas. Si hubiera sido un desconocido, habría pensado que simplemente era un tremendo error de reparto, pero no en el caso de un cantante reconocido como es Christopher Maltman. La única explicación es que tenía que encontrarse enfermo, aunque no había habido ningún aviso de indisposición. Efectivamente, el mencionado aviso llegó al inicio del tercer acto por parte de un representante del Covent Garden, anunciando que continuaría “en atención al público”.
Uno está cada vez más curado de espanto ante estas cosas, pero me sigue pareciendo un abuso por parte de los teatros y de los cantantes que sigan ocurriendo. Es evidente que Christopher Maltman sabía antes de salir al escenario que no se encontraba bien, ya que no hacía falta sino que emitiera un sonido para darse cuenta. Si él lo sabía y decidió no comunicarlo al teatro, me parece lamentable la falta de profesionalidad que esto implica. Si lo comunicó, es claro que el teatro le pidió que cantara y no hubo aviso previo, porque eso significa tanto como poner en evidencia que un teatro como el Covent Garden no puede resolver satisfactoriamente situaciones de emergencia. En lo que a mi respecta estamos ante un claro abuso, en el que los ganadores han sido el teatro y el cantante y el perdedor, el público, que ha tenido que pagar un precio considerable para obtener su entrada. Claro, que esto seguirá ocurriendo, mientras al anuncio de indisposición se conteste por el público con aplausos. Pocas veces habría estado más justificado un sonoro abucheo.
Repetía Maurizio Muraro como un solvente Ferrando. En los personajes secundarios David Junghhon Kim repitió su brillante Ruiz, mientras que Lauren Fagan estuvo bien en Inés.
El Covent Garden ofrecía una entrada de alrededor del 90 % de su aforo. El público se mostró más entusiasta que el día anterior, siendo las mayores ovaciones para Anna Pirozzi y Gianandrea Noseda. Me pareció fuera de lugar que Christopher Maltman saliera a saludar.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso, cuya causa no descarto que fuera la mencionada indisposición de Christopher Maltman, con una duración total de 2 horas y 47 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 8 minutos, dos minutos menos que el día anterior. Cinco minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 190 libras, habiendo butacas de platea desde 170 libras. La localidad más barata con visibilidad plena era de 30 libras. José M. Irurzun
Fotos: C. Barda
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