Crítica: López Cobos, honor al maestro ausente
Honor al maestro ausente
Justo Romero. Fue emotivo. Antes de alzar sus brazos para marcar las primeras notas del concierto, el director Francisco Valero-Terribas se volvió al público y dedicó unas sentidas palabras a la memoria del “admirado y querido” maestro Jesús López Cobos, fallecido dos días antes. Profesores de la Orquesta Eutherpe, público y el propio Valero-Terribas se fundieron entonces en una sentida y larga ovación en honor al Maestro ausente.
A Jesús López Cobos, “maestro de maestros” como el propio Valero-Terribas dijo, le habrían gustado las elegantes, delicadas, expresivas y naturales maneras de dirigir del cada día más reconocido director de Silla, quien afrontó junto a la joven pero bien trabajada Orquesta de Cámara Eutherpe un programa ruso que agrupaba obras de Chaikovski (“Elegía en Sol”, “Serenata para cuerdas”) yShostakóvich, de cuyo nada fácil “Concierto para trompeta, piano y cuerda” fueron solistas Carlos Apellániz (piano) y Raúl Junquera.
Fue una versión brillante, mordaz y sarcástica del original y neobarroco concierto compuesto en 1933, en la que destacó el panismo virtuosismo, consistente y de amplio espectro dinámico de Carlos Apellániz, una auténtica máquina de tocar bien el piano, cuya asombrosa y fácil seguridad ante el teclado le hace acreedor a aquellas palabras que Harold Shonberg dedicó a Benedetti Michelangeli: “Es tan difícil que sus dedos yerren una nota como que una bala pueda cambiar su dirección”. El trompeta Raúl Junquera, solista de la Orquesta de València, no pudo o no supo revalidar las cualidades instrumentales que lució dos días antes en los solos de la “Primera Sinfonía”de Rajmáninov escuchada en la Sala Iturbi del mismo Palau de la Música- En esta ocasión, con una obra que requiere un protagonismo bastante más prominente, mostró un sonido mesurado y retraído que parecía empeñado en no proyectarse al público. Algo a lo que tampoco ayudó la pésima ubicación y posición: en un lateral del escenario, muy alejado del piano, sentado y de perfil al público, como si fuera un músico más de la orquesta. El público reconoció con generosidad el trabajo de ambos solistas y el notable coprotagonismo de los profesores de orquesta y del maestro.
La música de Chaikovski, y aún más sus pulidas obras para conjuntos de cuerda, requieren ductilidad, dominio, criterio y capacidad para hacer latir las diferentes secciones como un único instrumento, con flexibilidad y sin caer en almibaramientos. Valero-Terribas mostró estas cualidades imprescindibles para llevar a buen puerto dos composiciones de escritura tan desnuda como la “Elegía” y la muy popular “Serenata en Do mayor”. Los profesores de la formación creada e impulsada por la dinámica Fundación Eutherpe – Margarita Morais es su infatigable alma máter- respondieron como una piña al gesto preciso, estilizado y exento de batuta del maestro valenciano. Todo se sintetizó en el mil veces escuchado vals que Chaikovski emplaza en el segundo movimiento, que llegó cargado de sutilezas y fragancias eslavas.
Publicado en El Levante el 04-03-2018
Últimos comentarios