Los críticos no se ponen de acuerdo ni con Alagna ni con David Jiménez
La Razón: Alagna, el seductor
Obras de Verdi. Tenor: Roberto
Alagna. Director: David Jiménez
Carreras. Coro y Orquesta Sinfónica
de Madrid. Teatro Real, Madrid, 27-
VI-2008
Roberto Alagna tenía una deuda
con el público madrileño desde
su cancelación de «Il Trovatore».
Antes del concierto se palpaba
en el ambiente cierto clima de
incertidumbre ante una «espantada
». Pero el cantante es inteligente
y abordó su primera intervención
añadiéndose al coro
con el aria de Macduff de «Macbeth
», con lo cual consiguió ya
su primera ovación.
El programa elegido, centrado
en Verdi, no era fácil, y quizá
tampoco el mejor para su presentación
en el Real, ya que no
es el repertorio en el que se
encuentra más cómodo el tenor.
En las arias de «La forza del
destino» o «Aida» (que bisó al
fi nal de la primera parte con
escasa fortuna, para intentar
mejorar el agudo fi nal sin conseguirlo)
la voz sonó forzada en
los ataques, con un engolamiento
artifi cial para adquirir
un mayor dramatismo, y apretada
y mate en los agudos. Por
el contrario, en los momentos
más líricos, como «La Traviata»,
«I Lombardi» o «Macbeth», el
instrumento aparecía con la
belleza de su color natural, y el
fraseo se hacía más relajado.
A capella
Después de un «Rigoletto» llevado
a ritmo de galope se produjo
un instante de pánico,
cuando un espectador le gritó
que volviera al Conservatorio,
pero el cantante no se achantó
y ofreció con «Luisa Miller» la
mejor intervención del recital,
seguida de un «Otello» donde
le faltó empuje, como probó en
el «Esultate» de la misma ópera
cantado de propina, junto a
dos piezas «a capella», una
canción mexicana y una preciosa
melodía siciliana. El Coro
y la Orquesta Titulares, en la
recta fi nal de una temporada
densa, no tuvieron su mejor día,
a las órdenes de David Jiménez
Carreras. En las oberturas de la
«Forza» y las «Vísperas sicilianas»
estuvieron poco fi nos. Rafael Banús
ABC:Alagna en el Real
Dentro de una evidente espectacularidad, acaba de subir al escenario de nuestro Teatro Real el tenor francés Roberto Alagna, no para formar cuadro alguno operístico, sino para ofrecer todo un «recital Verdi» que, dentro del ciclo «Grandes Voces» de la Fundación Caja Madrid, suponía su clausura. Le prestaron colaboración el Coro y Orquesta titulares, Peter Burian (preparador diestro de las voces), bajo la batuta dominadora del barcelonés David Giménez Carreras.
La voz de Alagna ha de situarse entre aquellas de subido nivel, podría hasta afirmar que de indudable calidad, por sus múltiples aspectos, no siendo el menor un «fiato» que llega a idealizarse, la fuerza de una emisión inteligentemente situada en el plano que se desee, con evidente versatilidad, que conduce a imaginarse como aumentada todavía en una imaginada desenvoltura escénica. Agradezcamos su interesante programa «tutto Verdi», extraído de sus óperas «Macbeth», «La forza del destino», «I Lombardi» y «Aida», incluidas en la primera parte de la velada, y con «La traviata», «Rigoletto», «Luisa Miller» y «Otello» en la segunda. Generoso en las «propinas» concedidas, con orquesta y al final solo, estimo necesario consignar que si no hubo función de ópera, sí se respiró su genuino ambiente con la volcada y notoria influencia del entusiasmo espectacular de los «pros» y la escasa intolerancia de los «noes», que tendrían una justificación ante una correctísima afinación, quebrada únicamente en un comienzo inestable en «La mia letizia infondere», el aria de «I Lombardi».
Preparó muy bien las contadas intervenciones corales el vienés Peter Burian, y un muy sincero aplauso para la batuta de Giménez Carreras, penetrante en las partituras que dejan admirar sobre sus contornos una sustancia importante, aplauso mantenido para la siempre acertada labor de los profesores de la gran Sinfónica madrileña, que dejó admirar nuevamente su extraordinaria clase cuando siempre actúa fuera del foso. Así, la serie de «Grandes Voces» del Real tuvo una esplendida rúbrica en su final. Antonio Iglesias
El País: Verdi descafeinado
Es Roberto Alagna un tenor mediático como pocos. Su espantada en la Scala en diciembre de 2006, tras ser abucheado por un grupito después del aria Celeste Aida en la segunda representación de la temporada milanesa, levantó ríos de tinta. Para su presentación en el Teatro Real de Madrid, escogió un programa íntegramente dedicado a Verdi, lo que hacía prever que venía a batirse el cobre, algo de agradecer. El público lo recibió con simpatía. Únicamente tenía que seducir cantando. Alagna no aprovechó la ocasión.
Hubo tres momentos significativos. El primero fue precisamente Celeste Aida. El tenor la repitió y no porque el teatro se viniera abajo, sino más bien, supongo, para mejorar la calidad del primer intento. Se empezaban a hacer palpables las debilidades más o menos encubiertas hasta ese momento en arias de Macbeth, I lombardi y La fuerza del destino. No vino a cuento la insistencia en Aida, pero al menos se veían ganas de triunfar, quizá hasta desesperadas. El segundo momento conflictivo vino con Questa o quella, de Rigoletto, que el tenor cantó peor que cualquiera de sus arias anteriores, lo que suscitó alguna protesta y un grito de esos que cortan la respiración: “A aprender al conservatorio”. El tercer momento fue el Exultate, de Otello, donde tenor, orquesta y coro bordearon el naufragio.
Al margen de unos momentos más acertados que otros, lo que el concierto dejaba era una sensación de monotonía, de falta de expresividad, de lunares técnicos, de emoción congelada. Tratándose de Verdi, mala cosa. La orquesta y el coro no estuvieron excesivamente inspirados a las órdenes de David Giménez. Todo sonó un poco ramplón, charanguero, con una elección de los tiempos más que discutible. Alagna sólo convenció a los convencidos de antemano. Su potencia vocal, su timbre carnoso, su empuje evidente dejaron en el aire momentos prometedores pero no acabaron de cuajar en una faena completa. Juan Angel Vela del Campo
EL MUNDO, 4 de julio
Pasión por el divo TOMAS MARCO
Roberto Alagna
Programa: obras de Giussepe Verdi./ Intérpretes: Roberto Alagna, tenor, Coro y Orquesta Sinfónica de Madrid./ Director: David Giménez. / Escenario: Teatro Real./ Fecha: 27 de junio de 2008.
Calificación ***
MADRID – Francés de origen italiano, el tenor Roberto Alagna se ha convertido en una figura mediática y un divo operístico. A ello han contribuido sus shows con su esposa, la también diva Angela Gheorghiu, sus peleas con La Scala y otras cosas extramusicales que son las que hacen al divo y lo jalean en los medios. Nunca había cantado en el Real y su recital levantó expectación y abarrotó el teatro.
Roberto Alagna es un buen tenor, con voz amplia, bien timbrada y que corre bien aunque sin una personalidad de color acusada. La emplea con generosidad, a veces demasiada, y no es alguien del montón. Aquí presentaba un programa todo Verdi que era un reto por sus características pero que estaba bien escogido ya que evitaba los más peligrosos escollos.
Fue muy aplaudido en algunas arias y menos en otras y, como es habitual en estos casos y dado lo taurino que suele ser el público de la ópera italiana, también hubo controversia. Protestas minoritarias pero perceptibles en varios momentos. El instante más aclamado fue en el fragmento de La Traviata; lo menos afortunado, las propinas. En la primera parte repitió porque sí el Celeste Aída que no había despertado mucho entusiasmo. Y tras lucirse en el final de Otello, cometió el error de dar como bis su comprometido Exultate que, hoy por hoy, está completamente fuera de su alcance. Luego cantó a pelo una canción napolitana y, otro error, la conocida Malagueña que hacen mucho mejor los cantantes populares. La ya lejana Irma Vila hacía los falsetes incomparablemente mejor y más emocionantes. No obstante, la actuación general fue buena, aplaudida y dejó ganas de verlo en escena.
El Coro de la Sinfónica de Madrid cantó momentos corales de Macbeth y Nabucco y la orquesta tocó las oberturas de La forza del destino,Vísperas Sicilianas y Aida. Todos demostraron su calidad y acompañaron irreprochablemente bien conducidos por un maestro eficaz y conocedor como es David Giménez. Pero sin duda era una velada en la que se esperaba al divo y éste, como no podía menos para poder serlo, desencadenó la pasión
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