Los sabios consejos del viejo doctor Kürsten
Los sabios consejos del viejo doctor Kürsten
Hubo una época en la que, ante el menor síntoma de molestia en las cuerdas vocales, los cantantes de ópera más afamados corrían a su médico, que casi siempre coincidía que era el doctor Kürsten.
En un pasaje de su autobiografía, la Nilsson explicaba cómo el mítico foniatra había descrito, sólo con un laringoscopio, que sus cuerdas vocales estaban hechas para emitir frases largas y sustanciosas, las de la Christa Ludwig, con quien fue a la consulta, eran ideales para los pasajes de coloratura, lo que acabó de convencer a la famosísima mezzo de no seguir avanzando en los papeles de soprano dramática y a ella misma a que le pidiera a Solti que mirara al primer violín y dejara de hacerla gestos cuando estaban grabando la famosa frase de Walküre “Der diese Liebe mir ins Herz gelegt” en la que ya no podía “cantar por encima de la orquesta como una pluma sobre el agua”.
A esa consulta en Viena iban todos. Sus recetas solían consistir en una sola frase: “descanso”, con el consiguiente “cancela”.
En estos últimos años descansa y cancela se han convertido en “ponte una inyección de cortisona” y, sobre todo, “de cancelar ni hablamos”.
La presión mediática, de los propios teatros, de las casas de discos o la misma vergüenza del cantante ante una cancelación están haciendo estragos tanto en el mundo de la ópera como en el de la música ligera.
En el mundo de la lírica es bastante complicado que un cantante diga honestamente lo que le está pasando por la garganta, sólo en casos excepcionales, como el de Jonas Kaufmann en la Ópera de París, llegamos a saber el porqué de una cancelación: “cuando me di cuenta de que algo no iba bien con mi voz, inicialmente pensé que era el comienzo de una infección temprana. El examen médico, sin embargo, dio otro resultado: los efectos secundarios de una droga causaron que una pequeña vena de mis cuerdas vocales estallara. Así que tengo que dejar de cantar hasta que el hematoma se haya reabsorbido por completo para evitar lesiones irreversibles”.
Este verano ha sido Adele, la cantante más premiada del mundo de la música, la que ha tenido que cancelar sus conciertos. La diva fue operada ya en 2011, nada más empezar su carrera. La pregunta es clara ¿puede la cirugía ir apañando una garganta maltratada o sería mejor hacer caso a los consejos de Kürsten y acostumbrarnos a que el instrumento más delicado de todos merece una buena técnica y símplemente reposo cuando se enfrenta a un problema de salud o a un período de estrés?
Rosa, ganadora de Operación Triunfo y posiblemente el mayor “juguete roto” que han creado los medios, contaba recientemente en una entrevista cómo una persona, que todavía no sabe si era o no médico, fue a su camerino durante la gira posterior al programa y, tras inspeccionarla las cuerdas vocales con un espejo de dentista, algo que después descubrió que era imposible, “me pinchó en el culo un líquido azul y blanco”. Tras esto, su primer y segundo concierto fueron genial, pero en el tercero se quedó sin voz y no podía ni hablar porque se asfixiaba.
Ese líquido, que seguramente era un derivado de la cortisona, actúa mágicamente sobre una garganta tocada por un simple resfriado. El cantante de repente puede dar las notas, no se da cuenta del esfuerzo que sus cuerdas vocales están produciendo y, si no se las deja descansar, si el medicamento no se retira adecuadamente, puede producir un nódulo que lleve al cantante directamente a la sala de operaciones.
Tras el desastre “Nadie quería operarme la cuerdas”, ha contado la cantante. Sin embargo, su expareja que es médico, fue quien le realizó la intervención: “había muchos intereses creados a su alrededor. Sabía lo que tenía desde que la vi por primera vez y sabía que la solución, por cómo estaba evolucionando, era la cirugía”, ha contado Pablo Muñoz. Fue el fin de una carrera que acababa de empezar. Una vez que es necesaria la cirugía es muy difícil la vuelta atrás.
En 1997 Julie Andrews, que acababa de cumplir los 60, fue informada de que tenía nódulos no cancerosos en su garganta que requerían de una operación nada peligrosa… no ha podido volver a los escenarios. En 1999, y tras confesarlo en la televisión pública americana, inició acciones legales contra el hospital Monte Sinaí.
Cantar bien es difícil. Cada interpretación vocal implica cientos de miles de micro-colisiones en la garganta. Las cuerdas vocales son un par de delgadas tiras musculares que tienen la concentración más densa de tejido nervioso en el cuerpo.
Cuando estamos en silencio, las cuerdas se mantienen separadas para facilitar la respiración. Cuando cantamos o hablamos, el aire es empujado desde los pulmones, y los bordes de las cuerdas se juntan en un rápido movimiento. El aire hace que las cuerdas vibren, creando sonido. Cuanta mayor es la vibración, más agudo será el sonido. Cuando una soprano emite un sobreagudo, sus cuerdas vocales se están golpeando más de mil veces por segundo.
Todos estos golpecitos, llevados al extremo, sobre todo si queremos emitir más cantidad de voz, pueden desgastar su superficie fina y esponjosa y producir contusiones minúsculas. Durante años de uso intenso, y más si no se utiliza una técnica adecuada, se pueden forman en los pliegues vocales nódulos, pólipos o quistes, que distorsionan el sonido que producen las cuerdas.
Para el cantante, el primer signo de problemas es a menudo un vibrato no natural. La emisión fluctúa y desafina. Si aún así seguimos forzando la voz los capilares estallan y sangran, creando en su propia curación unas pequeñas cicatrices que nunca más desaparecerán.
La voz humana se convierte así en el único instrumento que no puede ser reemplazado, la naturaleza humana es demasiado perfecta y una operación, como queda demostrado, no suele solucionar las cosas. Así que, mientras la ciencia no evolucione, parece que los consejos del famoso foniatra siguen siendo los correctos: silencio y paciencia.
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