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Por Publicado el: 22/06/2017Categorías: En vivo

Luca Pisaroni: definición de una voz

Luca Pisaroni: definición de una voz

Lieder de Beethoven, Schubert y Mendelssohn. Luca Pisaroni, bajo-barítono. Maciej Pikulski, piano. Teatro de la Zarzuela, Madrid. 20 de junio de 2017.

Lo primero que debemos hacer es tratar de definir la voz de este cantante italiano nacido en Venezuela en 1975. Se lo anuncia como barítono, pero creemos que es más bien bajo, si acaso o colocaríamos en el terreno intermedio y un tanto ambiguo de los bajo-barítonos; o, afinando un poco más, en el de los bajos muy líricos, más claros y menos fornidos que los llamados bajo-cantantes. Si examinamos su repertorio habitual, comprobamos que se sitúa por lo común en el dominio de la ópera y oratorio barrocos y clásicos: Argante de Rinaldo de Haendel, Fígaro en Las bodas, Leporello en Don Giovanni, Don Alfonso en Così fan tutte, Publio en La clemenza di Tito, todas ellas de Mozart, Alcindoro de La cenerentola de Rossini. Ha cantado también las partes de bajo de oratorios u obras religiosas como el Stabat Mater de Rossini, el Requiem de Mozart, El paraíso y la Peri de Schumann. Y ha atendido, es cierto, cometidos más baritonales: Requiem de Brahms, Don Fernando de Fidelio de Beethoven, Guglielmo de Così fan tutte

Hemos podido comprobar en esta nueva actuación, en un género que no suele cultivar, que el timbre es oscuro y homogéneo, con tendencia a clarear en la zona superior, no siempre bien resuelta, aunque en este concierto las notas altas no fueron demasiado protagonistas. El caudal es notable. La emisión, ligeramente engolada en notas medio altas, es correcta, con alguna tendencia a ahuecar y manifiesta falta de redondez, con resonancias algo secas, no muy pobladas de armónicos. Administra bien el aire, lo que le viene bien a la hora de desarrollar frases largas.

Trabaja un alemán correcto, esforzado, bien aprendido, pero exento de la naturalidad que da dominar un idioma. En su canto, aplicado, con resortes expresivos de buena ley, pero no siempre afines al mundo del lied, hay a veces un arrebato lírico-dramático más conectado con la escena que con la sala de conciertos. Con todo, hubo momentos de calidad. Era lógico que una canción tan dramática, tan trágica, tan paisajística, de atmósfera tan fantástica como Erlkönig (El rey de los alisos) de Schubert encontrara en el artista buena respuesta. Acertó a pintar la escena y a diferenciar las cuatro voces que intervienen en ella.

No posee Pisaroni la fantasía fraseológica necesaria para dar relieve a lieder estróficos del tipo de Der Schiffer (El barquero) de Schubert, lo que proporciona una cierta monotonía a la interpretación. Aunque el cantante tiene graves, algunos de ellos –sol o la 1, por ejemplo- quedaron excesivamente diluidos, lo que se apreció en mayor medida en la exigente Grenzen der Menschheit (Límites de la humanidad), también del músico vienés, donde las notas graves estuvieron exentas de redondez y contundencia. Claro que hay que tener en cuenta que, como es lógico, si no todas, la mayoría de las piezas, muchas pensadas para tenor y en clave de sol, fueron dichas bajas de tono.

Para seguir con Schubert, hay que aplaudir también la recreación de la impresionante Der Doppelgänger (El doble), del ciclo Canto del cisne sobre texto de Heine, que fue bien regulada, con agudo abierto y cierre en pianísimo. Se esforzó en exceso en Ganymed, destemplada e irregular en su exposición. Dentro de la selección beethoveniana destacamos el casi recitado y la relativa gracia de Der Kuss (El beso) y la buena elaboración, con arrebato lírico final, de Adelaide, donde echamos de menos una mayor riqueza de registros. Discreto en las piezas de Mendelssohn. Como era de esperar, una voz grave como la de Pisaroni no es la más idónea para cantar con la donosura y elegancia precisas una canción volandera y refrescante como Auf Flügeln des Gesanges (En las alas del canto).

Pisaroni respetó por lo general los adornos prescritos, como los pedidos en la schubertiana Ihr Bild (Su retrato), y atacó con firmeza y solvencia el fa agudo de Die Stadt. Todo ello nos proporcionó un recital en general ameno, para lo que fue importante la participación del pianista polaco Maciej Pikulski, atento, claro de digitación, intencionado y variado de acentos, tan servicial como, cuando venía al caso, coprotagonista, lo que tuvo buen ejemplo en la comentada Erlkönig. Dos bises –La muerte y la doncella y A la música, ambas de Schubert- dieron cima a la sesión, bien recibida por el público. Arturo Reverter

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