LUCIA DI LAMMERMOOR (G. DONIZETTI). Teatro Campoamor de Oviedo
LUCIA DI LAMMERMOOR (G. DONIZETTI). Teatro Campoamor de Oviedo. 20 Octubre 2012.
Lucia di Lammermoor es una de las óperas más agradecidas de todo el repertorio. Casi no recuerdo haber asistido a una representación de esta ópera, en la que el público no haya mostrado su satisfacción y entusiasmo, además de haber prácticamente agotado las entradas a la venta. La misma historia ha vuelto a repetirse una vez más en Oviedo, por lo que bueno es empezar por reconocer que la organización se ha apuntado un tanto de importancia. Lamentablemente, para quien esto escribe es como si hubiera asistido a una representación distinta, en la que los aspectos musicales y vocales me han resultado decepcionantes, mientras que la parte escénica no podía serlo, por ser de sobra conocida. No pretendo corregir la plana al público, que es quien a la postre da y quita en la ópera, sino transmitir mi opinión personal sobre lo visto y oído.
Escena
La producción escénica ofrecida es la bien conocida de Emilio Sagi y que siempre me ha causado cierta perplejidad en lo referente a su origen. En esta ocasión la producción se presenta como de la Ópera de Oviedo. En las representaciones del año 2007 se anunciaba como producción de la Ópera de Oviedo procedente de Santiago de Chile, donde efectivamente se había estrenado dos años antes, y así llegó a Bilbao en Mayo de 2011. Sin embargo, la anterior producción de esta ópera, con la firma de Emilio Sagi, que se pudo ver en Oviedo en el año 2001 me resulta prácticamente una copia de la actual, al menos repasando mis notas de hace 11 años. ¿Son dos producciones distintas o la actual es una adaptación de la de 2001?
En cualquier caso, la producción escénica ofrece una escenografía (Enrique Bordolini) única, con unas paredes pseudo metálicas, semejando espejos, a la que se añaden algunos elementos de atrezzo, como una cama para la escena de la fuente, una mesa para la de los esponsales y un sillón para la de la torre. Es decir, es una producción minimalista, que tiene la ventaja de favorecer la proyección de las voces, al estar completamente cerrada por arriba, y en la que la acción se mueve al siglo XIX, con un adecuado vestuario en tonos oscuros de Imme Möller. El ambiente nocturno de las escenas hace que la iluminación cobre un gran protagonismo y en ese sentido hay que destacar la labor de su responsable, Eduardo Bravo. La dirección escénica de Emilio Sagi es bastante convencional, con el coro fundamentalmente estático, con algunos movimientos más bien jocosos. En resumen, una producción eficaz, que no molesta ni deja un gran recuerdo.
Desde mi punto de vista esta representación de Lucia di Lammermoor ha sido una de las peores versiones musicales que he escuchado en mi larga experiencia. Parece que los teatros no quieren enterarse de la importancia de la figura del director musical para el buen desarrollo de la ópera. La dirección del italiano Marzio Conti fue más que deficiente. Su presencia en el foso no puede tener otra explicación que la de ser el actual director titular de la orquesta Oviedo Filarmonía, que estuvo a sus órdenes en el foso. No sé si fue más defíciente la actuación del Marzio Conti o la de la orquesta, inaceptable en un teatro de ópera de categoría. La lectura que nos dedicó el maestro fue tediosa, lánguida, sin el más mínimo atisbo de vida. Los tiempos de las cabaletas eran puros andantes y los de las arias eran de funeral. No hizo sino acompañar a los cantantes, algunos de los cuales tuvieron problemas con sus premiosos tiempos. El Coro de Ópera de Oviedo parecía volver a los tiempos oscuros de la ópera en el Campoamor.
Mariola Cantarero
La protagonista era Mariola Cantarero y tengo que decir en primer lugar que obtuvo un triunfo de público importante en su gran escena de la locura. Siento no compartir el entusiasmo del público. Seguramente, el equivocado soy yo, pero me considero obligado a transmitir mi impresión, además de la del público. Mariola Cantarero está en un momento preocupante de su carrera, con signos claros de fatiga vocal, impropios de una cantante de su edad (34). Su técnica de canto es irreprochable, aunque hoy parece tener mayores dificultades para ofrecer los piani que ofrecía anteriormente. Su gran problema radica en las notas altas, donde ofrece una inestabilidad notable. Ya en la primera Lucia que le vi en Coruña hace 8 años, sus sobreagudos en la escena de la locura resultaban descontrolados. Ahora son puros gritos. Yo le recomendaría que abandonara este personaje y se centrara en otros más adecuados, en los que pueda lucir mucho más su técnica vocal, pero, visto su éxito ayer, hará muy bien en no hacerme caso.
Simón Orfila y Arturo Chacón-Cruz
El tenor mejicano Arturo Chacón-Cruz me resultó también un decepcionante Edgardo, opinión que tampoco compartió el público. Este tenor tiene dos voces perfectamente diferenciadas. Hasta la zona de paso, el timbre resulta muy poco atractivo y sin brillo, ganando en calidad y squillo a partir de la mencionada zona, aunque tampoco llega muy arriba, puesto que no tuvo inconveniente en escamotear el DO del famoso sexteto, que únicamente lo eliminan quienes no pueden darlo. Quedaría por analizar cómo funcionan sus medias voces y es una pregunta que tiene que quedar sin respuesta, ya que no las hubo. Cantante sin interés, monocorde, superficial y efectista.
Dalibor Jenis fue ya Enrico en la última ocasión en que se ofreció Lucia en Oviedo (2007). Entonces me pareció un intérprete correcto y sin mayor interés. Ahora la impresión no es muy distinta. La voz ha ganado en anchura, está bien timbrada, pero le falta elegancia. Ser un malvado en escena no significa que hay que huir de la elegancia en el canto.
Seguramente, el mejor cantante del reparto fue Simon Orfila en el personaje de Raimondo. Su voz no es muy atractiva, pero cantó con buena línea e intención en todo momento. Lord Arturo Bucklaw, el Sposino para los italianos, era el uruguayo Charles Dos Santos, que mostró desenvoltura escénica, una voz bien timbrada en el centro y un tercio agudo mal emitido, de los que no salen del escenario. María José Suárez fue la buena profesional de siempre en la parte de Alisa. Josep Fadó me resultó en Normanno menos convincente vocalmente que en otras ocasiones.
El Teatro Campoamor ofrecía una entrada entre el 90 y el 95% del aforo, en lo que debió de ayudar la peligrosa política de ofrecer entradas de última hora a 15 euros. El público se mostró cortés en la primera mitad de la ópera y lleno de entusiasmo a partir de la famosa escena de la locura. Hubo bravos para los cuatro protagonistas, especialmente para Mariola Cantarero y Arturo Chacón-Cruz. La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 2 horas y 53 minutos, incluyendo un intermedio de 26 minutos. La duración puramente musical fue de 2 horas y 19 minutos. Los aplausos finales – muy intensos – se prolongaron durante 6 minutos. El precio de la localidad más cara era de 160 euros. La butaca de patio tenía un precio de 155 euros. En los pisos superiores los precios oscilaban entre 94 y 44 euros. José M. Irurzun
Fotografías: Cortesía Ópera de Oviedo. Fotógrafo: Carlos Pictures
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