Crítica: Las músicas pictóricas de Ludovic Morlot en el Auditorio Nacional con la OBC
MÚSICAS PICTÓRICAS
Obras de Ravel, Gerhard y Parra. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña (OBC). Carolin Widmann, violín. Ludovic Morlot, director. Ciclo Sinfónico 20. Audtorio Nacional, Madrid, 11 de abril de 2025.

Ludovic Morlot
Esta semana se ha producido un intercambio entre la Orquesta barcelonesa y la madrileña. Han cruzado sus caminos. En esta visita a Madrid de la catalana hemos podido constatar su excelente forma actual. Parece que los oficios de su titular de estos últimos tiempos, Ludovic Morlot, han contribuido en buena medida a ello. Hombre de baja estatura, sonriente, maneja una batuta de movimientos bien dibujados y de claros perfiles. Se acerca a la música de forma muy directa en busca de la expresión más comunicativa, lo que redunda con frecuencia en la conformación de superficies llenas de luz.
Una luz que a veces viene dada con un caudal algo espeso y poco elaborado, de superficies algo masificadas, como las obtenidas en la interpretación de Alborada del gracioso de Ravel, de acusados contrastes dinámicos, alejada del refinamiento impresionista. Muy bien la fagotista Silvia Coricelli en su solo, que nos trajo a la memoria al gran Inocente López, instrumentista de la Orquesta Nacional de los años cincuenta-sesenta. Los “Cuadros de una exposición”, esa magistral partitura pianística de Musorgski, orquestada por el compositor francés, fueron expuestos con excelente caligrafía, adecuada pauta rítmica, buena regulación de intensidades y quizá exagerada presencia de las percusiones. Todo en su sitio sin especial llamada a lo poético. Solidez bien labrada y expansivo y granítico cierre con una monumental “Gran Puerta de Kiev”. Buena colaboración de los estupendos solistas.
La violinista Carolyn Widmann se lució en el espinoso y muy difícil “Concierto para violín” de Roberto Gerhard, compositor español emigrado a Inglaterra, discípulo aventajado de Schönberg y creador de partituras integradas, bajo la influencia del austriaco, en la estética serial, que se une aquí, como señala el musicólogo Rafael Fernández de Larrinoa, a la evocación de lo hispano y que concluye “en una festiva marea con destellos de ‘Feria’ de la ‘Rapsodia española’ del propio Ravel”.
La instrumentista alemana, de técnica probada y sonoridad en punta, agreste y virulenta, aunque atenta a los remansos líricos e incluso melódicos de la obra, realizó un gran trabajo, en particular a lo largo del diabólico “Allegro con brio – Presto” final, plagado de espinosos clímax y de ocasionales pasajes de signo danzable, evocadores de temas y ritmos de la sardana e incluso con un inesperado recuerdo de “La Marsellesa”, como bien apunta en sus analíticas notas Justo Romero. Grandes glisandos a veces, cuando no de insospechadas frases llenas de un indefinible y raro encanto; ya escuchadas en el precedente “Largo – Allegretto placido”.
En el programa previamente anunciado no figuraba la cuarta composición, “Deux constellations pour orchestre d’aprés Joan Miró”, de Héctor Parra. Partituras breves, enjutas, concisas, “paráfrasis orquestales” compuestas a partir de la obra para piano a cuatro manos y actor inspirada en la serie de 23 Constelaciones del pintor catalán. La buena mano de este músico, nacido en 1976, se pone de relieve en el dominio de las grandes estructuras. “Sonidos que irradian de la orquesta como colores y texturas pictóricas”. La habilidad orquestadora, el manejo de los timbres, el virulento colorido habituales del músico quedan de nuevo en evidencia. La correlación entre el músico y el pintor nos trajo a la memoria la establecida entre este y otro compositor, Mestres Quadreny, que tan bien analizara en su día Marta Cureses. Interpretación ajustada y precisa. Arturo Reverter
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