Madama Butterfly en Munich: “42 años nos comtemplan”
MADAMA BUTTERFLY (G. PUCCINI)
Nationaltheater de Munich. 26 Febrero 2015.
El motivo principal de este viaje a Munich es asistir a las representaciones del Anillo del Nibelungo, que dirigirá por primera vez en este teatro su director musical Kirill Petrenko. Tuve ocasión de ver este Anillo en el año 2012, que fue entonces dirigido por Kent Nagano, mientras Petrenko en las mismas fechas dirigía el Anillo en Bayreuth. Fue aquella la despedida de Nagano, ya que Petrenko ocupó el podio de la Bayerische Staatsoper en el otoño siguiente. Las actuales representaciones se desarrollarán entre los meses de Febrero y Marzo. Las dos primeras entregas (Oro del Rhin y Valkiria) tienen lugar en estas fechas, mientras que Sigfrido y Ocaso se darán a finales de Marzo. Esperemos poder dar cuenta de todo ello.
Como una especie de prólogo se nos ofrece ahora Madama Butterfly en una antigua producción de Wolf Busse, que se estrenara aquí en Junio de 1973. Como diría Napoleón: 42 años nos contemplan. La producción no puede ser más tradicional, sin cambios de época ni lugar, y con una escenografía (Otto Stich) consistente en una casa japonesa con paneles móviles, que en el primer acto se sitúa en la parte izquierda y central del escenario, ocupando una gran parte del mismo, ofreciendo un precioso puente a la derecha, por donde entran en escena Cio Cio San, sus parientes y demás personajes. En los dos actos siguientes la casa ocupa todo el escenario, con la acción en el interior, mientras que en el primer acto la misma tiene lugar en el exterior. El vestuario (Silvia Strahammer) es adecuado tanto para orientales como para occidentales. La dirección escénica es muy tradicional y se limita a narrar la historia. Supongo que no tendrá dificultes esta producción para alcanzar el medio siglo de vida, lo que para una producción escénica es auténtica y excepcional longevidad.
La dirección musical estuvo encomendada al italiano Stefano Ranzani, cuya actuación no fue particularmente brillante, aunque sí efectiva. El mayor problema vino del exceso de volumen orquestal, que hizo que las voces tuvieran dificultades para llegar con claridad a la sala. Está claro que los teatros no están dispuestos a poner grandes directores al frente de esta ópera. Estupendo el sonido de la Bayerisches Staatsorchester. Buena también la prestación del Coro de la Bayerischen Staatsoper, que brilló en el coro a boca cerrada, cantado, como es tradicional, en interno.
El mayor interés de la representación era la presencia de la soprano letona Kristina Opolais en el personaje de Cio Cio San. Esta soprano, dotada de una voz atractiva y una notable figura, es un auténtico animal de escena y es precisamente en el verismo donde obtiene su mejor empleo, como lo ha demostrado hace poco en una gran Manon Lescaut junto a Jonas Kaufmann. Si la intérprete escénica es excepcional y casi diría que ideal en estos empleos, no pasa lo mismo con la cantante, como ya tuve oportunidad de constatar hace unos meses en la Vitellia de La Clemenza di Tito. La voz es atractiva y homogénea, pero bastante reducida de volumen, especialmente teniendo que salvar el muro orquestal de esta noche. Hubo bastantes momentos durante los dos primeros actos en que su voz llegaba con serias dificultades a la sala. Por hacer una simple comparación, diré que en este sentido no supera a la Cedolins actual, que acabamos de escuchar en Bilbao. Un bel dí vedremo fue bien resuelto, pero no entusiasmó. Baste decir que los aplausos que cosechó fueron claramente inferiores a los de su colega italiana en Bilbao, y eso que el publico del bocho no se distingue por sus ovaciones entusiastas. Las cosas mejoraron notablemente en el último acto, donde Kristina Opolais hizo una demostración como cantante y artista, llevando la emoción a la sala. Finalmente, hay un punto que me gustaría comentar. La Opolais no se escapa de las notas escritas por Puccini, ni siquiera del Re bemol de la entrada de Butterfly en escena, pero resulta rechazable la manera cómo ataca esas notas comprometidas. En lugar de ser una continuación de la frase, ella se para y luego da el comprometido agudo.
El tenor ucraniano Dmytro Popov sustituyó al anunciado Joseph Calleja como Pinkerton y tuvo una buena actuación. Su voz es muy adecuada al personaje, bastante más que la de Piero Pretti de hace unos días en Bilbao, y cantó con gusto el Addio fiorito asil.
Markus Eiche estuvo bien en la parte del Cónsul Sharpless, mientras que Okka Von der Demerau ofreció una voz importante en la parte de Suzuki.
Kristina Opolais
Los personajes secundarios fueron bien cubiertos. Ulrich Ress fue un Goro aceptable, pero poco convincente en escena. Marzia Marzo lo hizo bien como Kate Pinkerton . Andrea Borghini cumplió como Príncipe Yamadori. Goran Juric fue un adecuado Zio Bonzo.
El teatro estaba lleno, con algunos huecos en las localidades de a pie. En los aledaños del teatro había oferta de entradas, debido – supongo – a la cancelación de Joseph Calleja. El público se mostró comedido durante la representación, dedicando un triunfo a Kristina Opolais en los saludos finales.
La representación comenzó con 5 minutos de retraso y tuvo una duración de 2 horas y
45 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 12 minutos. Siete minuto de aplausos.
La localidad más cara costaba 130 euros, habiendo butacas de platea desde 75 euros. La entrada más barata sentado era de 31 euros. José M. Irurzun
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