Madama Butterfly en Valencia: Cuando la orquesta es protagonista
Madama Butterfly en Valencia
Cuando la orquesta es protagonista
“Madama Butterfly” de Puccini. L. Zhang, M. Rodríguez-Cusí, S.Fernández, M. Pisapia, V.Gerello, E. Sánchez, Ll. Martínez, A. Zanazzo, etc. M. Taguchi y A. Aguilera, dirección escénica sobre original de K. Asari. L. Maazel, dirección musical. Coro de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 8 de abril
No deja de ser sorprendente que en una ópera sea la orquesta la gran protagonista, pero así ha sucedido en la “Madama Butterfly” del Palau de les Arts con la de la Generalitat Valenciana. Se trata sin duda de la mejor agrupación sinfónica española, no sólo de foso lírico, por seguridad, afinación, empaste, capacidades de sutileza y contundencia… Realmente un milagro que en tan corto tiempo se haya podido lograr tal nivel. La exigencia en quienes ocupan los atriles es política fundamental y por ello no extraña que en las últimas audiciones no se haya podido seleccionar a nadie entre los quinientos presentados. Parte de este mérito corresponde naturalmente a Lorin Maazel, máximo juez en las incorporaciones y experimentado director pucciniano, aunque él prefiera a Verdi. En esta “Butterfly” fue de lo menos bueno a lo magnífico. En algunas escenas pareció como ausente de la obra y en otras la impregnó de enorme vigor. Sucedió así con el célebre “Un bel di”, que pasó sin que nadie se percatase del aria, algo de otra parte también achacable a la soprano y, en cambio, todo fue fortaleza en el bello dúo “Il cannone del porto!” o en el dramático final.
Liping Zhang, que sustituía a Elena Nebrera, reservó sus fuerzas para este momento y cosechó ovaciones que no hubiera recibido con tanto calor por la labor anterior, cantada con escasa expresividad vocal y escénica. Massimiliano Pisapia empezó muy regular, para sobreponerse desde el dúo de amor del primer acto. El centro no reúne especial calidad pero sí potencia y el agudo resulta fácil y brillante. Marina Rodríguez-Cusí volvió a demostrar que es una estupenda Suzuki, mientras que tanto el Sharpless de Vasili Gerello como el Yamadori de Lluís Martínez pecaron de insuficientes. Cumplió con su acostumbrada dignidad Emilio Sanchez como Goro y la voz del bajo Alfredo Zanazzo sonó como Goro con menor contundencia de la habitual en él.
La producción, original de la Scala, cuenta con años en sus espaldas y se nota tanto más cuanto la dirección escénica cae en lo paupérrimo. Prácticamente no hubo teatro alguno en el escenario del Palau de les Arts, tan sólo un decorado con la típica estancia oriental y un fondo permanente de un cielo con una nube de pájaros. Menos mal que Maazel y la orquesta consiguieron remontar su estático vuelo. Gonzalo Alonso
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