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Por Publicado el: 13/06/2017Categorías: En vivo

Mahler y la OEX: impresionante sorpresa

Mahler y la OEX: impresionante sorpresa.

Programa: Obras de Conrado del Campo (La divina comedia) y Mahler (La canción de la tierra). Orquesta de Extremadura. Director: Álvaro Albiach. Solistas: Nancy Fabiola Herrera (mezzosoprano), Mark Le Brocq (tenor). ­Lu­gar: Badajoz, Palacio de Congresos. Entrada: Alrededor de 700 personas. Fecha: Jueves, 8 de junio de 2017 (repetido el viernes 9 en Cáceres).

Era difícil imaginar que un obrón tan delicado y de tantas exigencias de todo tipo como La canción de la tierra de Mahler encontrara en la Orquesta de Extremadura una versión de tal calado instrumental y artístico. No por desconocer el crítico las virtudes de la orquesta y de su director titular, Álvaro Albiach, sino por ser el universo mahleriano ajeno a la naturaleza de la no muy numerosa plantilla. Pero para su concierto de clausura de temporada la orquesta se creció con buenos músicos invitados, y unos y otros lograron cuajar una versión de un empaque sinfónico más sobresaliente que notable, con un idiomático Álvaro Albiach que parecía llevar toda la vida dirigiendo Mahler. Fue sí, una gran versión. Artística y también instrumentalmente muy superior a la ofrecida hace sólo unos días por la poderosa Orquesta de la Comunidad Valenciana y un más discreto que nunca George Phelivanian. En Badajoz triunfaron la ilusión y el buen trabajo ¡Bravo!

La “impresionante sorpresa” se sintió desde los primeros compases del Lied “Brindis por la miseria terrenal”, con esa tempestuosa y arriesgada llamada de las trompas, dicha con una decisión, énfasis y unicidad propia de las mejores orquestas. Inmediatamente, la cuerda y todo el viento se sumaron al discurso con un arrojo, empaste y decisión verdaderamente sobresaliente. Álvaro Albiach gobernó con detalle y bien atento a todo, con visión bien calibrada, sin cargar nunca las tintas gratuitamente ni excederse en vacuas grandilocuencias. Dirigió desde dentro, en una versión muy interiorizado que se enriqueció con la entrega cómplice y e ilusionada de una orquesta sabedora de estar protagonizando uno de sus mejores días. En tan pulido y redondo resultado tuvo mucho que ver la veteranía y saber hacer del concertino invitado, el polaco Krzysztof Wisniewski.

Tan importante como la orquesta y el maestro son en La canción de la tierra los dos solistas vocales. La obra es una sinfonía vocal configurada por seis Lieder cantados alternativamente -nunca juntos- por una mezzosoprano y un tenor. La grancanaria nacida en Caracas Nancy Fabiola Herrera debutaba la obra. Apenas se sintió esta bisoñez con el singularísimo universo mahleriano. Su madera de artista de verdad, sus tablas y esa vocalidad poderosa y penetrante que la ha convertido en una de las más aplaudidas mezzos contemporáneas hicieron que su actuación fuese de más a muchísimo más, hasta culminar en un resignado “Abschied” final de una emotividad absolutamente conmovedora. Casi “eterno eterno” se sintió el larguísimo silencio que el sobrecogido público guardó antes de comenzar el bullicioso aplauso. Unos interminables segundos que hicieron que Badajoz y su público parecieran Berlín, Viena o Dresde.

El tenor británico Mark Le Brocq es un buen cantante metido en una obra que no acaba de ajustarse a su voz, demasiada ligera y sin el peso que requiere la partitura. Cantó con generosidad, entrega y solvencia. Incluso logró que su voz no quedara aplastada por la masa orquestal -virtud suya, pero también de la batuta-. Sólo alcanzó a salvar el papel con honorabilidad, aunque sin llegar nunca a la excelencia de los demás protagonistas de esta versión que marca un hito en la historia de la orquesta extremeña.

El programa se completó con otra obra compuesta igualmente en 1908: el poema sinfónico La divina comedia, de Conrado del Campo. Apenas un cuarto de hora de música en el que el compositor madrileño -padre de toda una generación de compositor españoles, desde Cristóbal Halffter a Manuel Castillo- deja asomar su fascinación por el universo straussiano y el Schönberg temprano de los Gurre-Lieder o Pelleas und Melisande. El poema encontró en las manos de Albiach y sus huestes una versión de tanto fuste instrumental como claro sentido narrativo. Fue preludio perfecto preludio de tan impresionante sorpresa. Justo Romero

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