Maria Callas, la obsesión de Marina Abramovic
Maria Callas, la obsesión de Marina Abramovic
La artista serbia, que acaba de ganar el Premio Princesa de Asturias de las Artes, estará el 26 de julio en el Festival de Munich con una obra inspirada en la mítica soprano
Marina niña, desgarbada, flacucha, casi eterna. La llamaban jirafa con saña quienes no querían quererla mientras ella se desencuadernaba al caminar. Fea y con una nariz enorme. Su madre, partisana al igual que su padre, la hizo llorar sin límite. Cuando se portaba mal la castigaba a expiar la culpa dentro de un armario angosto. De ese cuerpo que tantos problemas le dio hizo la materia de su trabajo. Arte de carne. Y hueso. Cuenta que un día cuando tenía 14 años escuchó cantar a una mujer en la radio que tenía su abuela. Se quedó, dice, petrificada, “con la piel de gallina. Fue como si el tiempo se detuviese. No sabía quién era aquella mujer. Después quise saber todo sobre ella. Siempre he soñado con poder resucitarla a través de mi arte”, ha contado en alguna entrevista. Aquella dama era Maria Callas. Otra mujer atormentada, dominada por una madre cruel, lo mismo que Marina. Maria y Marina. Una única letra diferencia los nombres de ambas, tan similares, tan diferentes. La voz de la soprano la hizo volar, junto con Mozart, a territorios más amables, sin armarios, sin chicos que la persiguieran, que le escupieran a la cara palabras de odio.
Marina Abramovic, serbia de nacimiento, de 1946, es el Premio Princesa de Asturias de las Artes 2021. La mujer que detesta que la llamen “la abuela de la performance” ha hecho de Maria, la neoyorquina, de padres griegos, la niña que tenía cuatro nombres (Maria, Anna, Cecilia, Sofia) y una infancia tan triste como un currusco de pan completamente duro, motivo de su nuevo trabajo, el último por el momento. En esta ópera, tan suya, se muere siete veces como las otras tantas heroínas que encarnó la Callas. Se quita la vida como Cio-Cio San, muere sin aliento como Violeta Valery, se van del mundo como Floria Tosca… Y así hasta siete. Faltan Carmen, Desdémona, Lucía Ashton y Norman. Ella, en escena y a través de inmensas proyecciones es cada una de ellas. Lástima que entre medias del espectáculo llegara la terrible plaga mundial (se estrenó en septiembre de 2020). «He estado obsesionada con la idea romántica de morir por amor. Lo que cuento aquí es mi historia, pero relacionado con Callas y mi locura hacia para ella. Una mujer que murió por tener el corazón roto», ha escrito la artista. Firma la música Marko Nikodijević y reúne el espectáculo escenas de obras de Vincenzo Bellini, Georges Bizet, Gaetano Donizetti, Giacomo Puccini y Giuseppe Verdi. Marina fascinada por Maria este verano la llevará al Festival de Munich el 26 de julio.
El hombre equivocado
Cuando la Callas murió en París con el alma a rebosar de pena la serbia tenía poco más de treinta años y el cuerpo ya lleno de cortes de esas actuaciones que pocos entendían y que provocaban tantas preguntas. Nunca la vio en público, pero se enamoró de su voz tanto como para hacer de ella una obra. Ambas perdieron hijos que no llegaron a nacer. Las dos, Marina y Maria, se enamoraron quizá del hombre equivocado. La primera se casó dos veces. Quería escapar de su casa y huir de la férrea mano materna. No obstante y a pesar del matrimonio su progenitora la obligaba a estar en casa a las diez de la noche, mientras su marido vivía en otra casa. Esa fue su primera vida conyugal con Nesa Paripović. Con Ulay, pareja durante media vida, lo vivió todo, hasta la noche en que tuvo que compartir lecho con la amante de él y después de tanto sexo ajeno se dio cuenta de que ya no quedaba entre ellos ni el rescoldo.
Maria fue la señora de Meneghini, que la explotó sin conmiseración. La colmaba de atenciones pero solo por mero interés. Después llegó Onasis, el tormento y el éxtasis. Qué dos vidas paralelas, únicas. La serbia dramatizó la suya en una ópera que se estrenó en el Teatro Real un diciembre de 2011, cuando Gerard Mortier pilotaba el barco. De la mano de Robert Wilson, con la estética de este hombre de teatro Abramovic representó su propia vida y visualizó su propia muerte mientras un Willem Dafoe en estado de gracia, un verdadero animal de la escena, le daba la réplica.
“Yo soy como un bulldozer, como un tanque. Quiero ensanchar el camino a las que vengan detrás”, aseguró hace poco tiempo. Un Bulldozer que pasa de los setenta, que tiene la energía intacta y que mientras aspira a poder aprender tango con un profesor que sea bajo, octogenario y calvo, escucha a Maria Callas, esa mujer con la que tanto quiere. Gema Pajares
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