Más Monteverdi (gracias a Dios)
Más Monteverdi (gracias a Dios)
Tras el concierto de Heras-Casado (véase reseña en página aparte de Beckmesser), una nueva entrega por parte del CNDM (Centro Nacional de Difusión Musical), esta vez con una selección de madrigales del cremonense, vuelve a poner en valor la figura de este gigante irrepetible de la música, con la excusa de la conmemoración del 450 aniversario de su nacimiento. No se debería recurrir a lo circunstancial para que Monteverdi estuviera más presente en las salas de concierto; o mejor, en otros recintos más consustanciales a su música: museos, palacios o determinadas dependencias más acordes a lo que dejó dicho. La gran revolución organológica hace tiempo que ya ha quedado hecha; ahora habría que abordar la de los recintos, las salas, donde se deberían escuchar estas músicas.
Pero mejor esto que nada. A pesar de que sigue siendo poco. Porque el señor Monteverdi supuso en su momento la más importante revolución musical en siglos. Tanto, que a sus sucesores les costó verla hasta bien entrado el siglo XVIII. La historia de la música cantada, y no digamos representada, se para tras su muerte, y no empieza a respirar de nuevo hasta que Gluck y Mozart retoman las enseñanzas del autor de Orfeo. Y hay que recordar, incluso, que hasta Wagner lo reivindica, y no solo teórica y retóricamente, sino en la pura práctica: me encantaría ver programado en el mismo concierto Il combattimento de Tancredi e Clorinda y, pongo por caso, el largo y filosófico dúo entre Alberico y el Viandante en el segundo acto de Sigfrido. En realidad, nada sucede entre Monteverdi y Mozart, porque todos se empeñan en hacer lo que no se puede hacer: querer inventar cosas nuevas dando la espalda a los mayores. Mozart cultivó en sus óperas todos los estilos, pero fue muy respetuoso con la música de sus abuelos; Monteverdi hizo exactamente lo mismo, pues no se abrazó a la Seconda Prattica prescindiendo de los hallazgos de Palestrina, de los caducos polifonistas. Este es un mal de todas las épocas: cualquiera puede escribir música y autoproclamarse como inventor de cosas nuevas. Imposible, si no se conoce a fondo la tradición: el mejor Beethoven surgió cuando más de frente el sordo miró a Bach. Esto es lo que hay. Lo que sigue habiendo.
Es muy probable que los resultados artísticos del concierto de que hablamos sean superiores a los del ya celebrado con la segunda parte de la Selva morale e spirituale que nos regaló Heras-Casado. Porque creo que tanto Rinaldo Alessandrini como su grupo, Concerto Italiano, tienen más cuajo en este repertorio. En todo caso, comprobarlo cuesta poco, y seguro que, gracias a la música de Monteverdi, el disfrute está servido. Pedro González Mira.
MONTEVERDI: madrigales (selección). Concerto Italiano. Dir.: Rinaldo Alessandrini. Auditorio Nacional de Música, Sala de cámara. Martes 17, 19.30. Entre 10 y 20 €.
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