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Crítica: Imágenes a la antigua usanza. Turandot, de Puccini, en el Teatro de la Maestranza de Sevilla
Por Publicado el: 17/11/2024Categorías: En vivo

Critica: Contrastados paisajes orquestales de Mauricio Sotelo con Lucas Macías y la OCNE

Contrastados paisajes orquestales de Mauricio Sotelo

Obras de Bretón, Mauricio Sotelo y Richard Strauss. Tabea Zimmermann, viola; Joan Castelló, percusión. Orquesta Nacional de España (OCNE). Director: Lucas Macías. Auditorio Nacional, 15 de noviembre de 2024.

CONTRASTADOS PAISAJES ORQUESTALESObras de Bretón, Sotelo y Strauss. Tabea Zimmermann, viola; Joasn Castelló, percusión. Orquesta Nacional. Director: Lucas Macías. Auditorio Nacional, 15 de noviembre de 2024.

Lucas Macías

Un concierto curioso y ameno, conformado por dos obras relacionadas con lo andaluz en dos de sus vertientes, y otra que toca, desde una construcción sinfónica monumental, el caudaloso discurrir de una existencia enfrentada a numerosos peligros y asechanzas. Programa que alumbraba en Madrid una composición de Mauricio Sotelo, “Cantes antiguos del flamenco”, estrenada en el Festival de Granada de 2022 dentro de los actos previstos para recordar el centenario del Primer Concurso de Cante Jondo.

Sotelo lleva años cultivando la veta del flamenco, que siempre ha sabido entender, adaptar, reformar y emplear, con suma habilidad, en muchas de sus obras, que penetran en lo más hondo de los cantes, respetando su veta expresiva y su racial significado. Hay mucha dinamita, restallante sonoridad, rítmica cambiante y ancestral en estas modernas construcciones a través de las que acertamos a ver un paisaje musical que nos trae ecos antiguos revestidos de nuevos ropajes.

El compositor no transcribe sino que traslada la emoción del flamenco más auténtico a una órbita nueva -la suya con sus procedimientos- y busca en todo momento el recuerdo al gran cantaor Enrique Morente y de su antigua grabación, de 1969, del mismo título, como nos recuerda en sus ilustrativas notas al programa (¡en papel!) Juan Manuel Viana. Hasta siete palos -Seguiriya, Soleá, Bulería, Granaína, Trilla, Alegrías, Bulería II- son desbrozados y aludidos, trabajados también en los dos últimos fragmentos, Fantasía y Finale. 

Sobre los ritmos cambiantes el compositor traza una obra llena de claroscuros, de giros inesperados, de disonancias y concordancias, de súbitos resplandores y golpes de una percusión muy poblada y muy activa. Con un solista en este terreno especialmente hábil, Joan Castelló, que manejó utensilios varios, entre ellos un fundamental cajón flamenco, que enlazó sin problemas y realzó la labor del otro solista, la extraordinaria violista Tabea Zimmermann, que exhibió su ampulosa sonoridad, su temple, su afinación y su arte para embeberse de los melismas, en los sinuosos dibujos que, en busca de una similitud con los giros del cantaor, ha trazado el compositor.

Los dos solistas se entregaron sin ambages a su labor con una gran intensidad y ofrecieron un regalo a dúo, también de corte jondo, cuya procedencia desconocemos. La suya fue una labor perfectamente integrada en el flujo orquestal y que fue orientada por la hábil, clara y sugerente dirección de Macías, que abrió la sesión con la serenata “En la Alhambra” de Tomás Bretón, con sus ecos alhambrinos y sus sugerentes “pizzicati”. Un buen pórtico para lo que venía después: la obra de Sotelo y la monumental “Una vida de héroe” de Richard Strauss.

Macías, en su día oboísta de la Orquesta del Concertgebouw y luego discípulo y colaborador de Claudio Abbado, recuerda al extinto maestro en su amplitud de brazos, en su suave aire danzable, en su manejo del brazo izquierdo, en su elegante actitud y en el empleo (solo en Strauss) de una batuta de nítido trazado que supo en este caso planificar y sugerir, apuntar y advertir a lo largo de una interpretación bien construida, casi siempre diáfana, que se inició a toda presión con unos primeros compases en los que los planos no estuvieron bien delimitados a lo largo del enorme crescendo de apertura.

Todo se fue asentando más tarde y disfrutamos de una versión de muchos kilates, con secciones clara y precisamente delimitadas y una prestación orquestal en la que brillaron todas las familias de la Nacional, las nueve trompas en primer lugar. Aplauso cerrado para el concertino Miguel Colom, que tocó expresivamente todas las volutas y líneas de la emotiva melodía en la sección “La compañera del héroe”; afinado, preciso, elegante, sonido no grande, pero hermoso y perfumado. Todo funcionó y se remató, tras “Las hazañas del héroe”, con “Las buenas obras” y, finalmente, “La renuncia al mundo y su plenitud”. Hermoso acorde de los vientos difuminado en el espacio. Arturo Reverter

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