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Por Publicado el: 09/11/2023Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

¿Me interesa un abono?

Aunque cualquier buen gestor debería saber que sus abonados son algo que hay que cuidar y mimar no siempre sucede así. Tenemos ejemplos de ello en nuestra historia musical. ¿Qué sucedió con los abonados y la caja del Teatro de la Zarzuela o la Orquesta Nacional cuando un incompetente Ministerio de Cultura decidió suprimir los abonos tradicionales y abrirlos a nuevos públicos? Que se tardó mucho tiempo en la recuperación. Esto de los “nuevos públicos” es palabrería tras la cual se cometen errores imperdonables. ¿Cuál es la razón por la que los abonados siguen pagando año tras año por espectáculos que a veces no les interesan? Este tema está siendo objeto de gran preocupación en nuestras instituciones musicales, que observan una importante reducción de sus abonos, aunque compensado en muchos casos -no en todos- por un crecimiento de la taquilla de última hora. El problema es que ello les dificulta la previsión de ingresos de cara a las contrataciones futuras. El mundo está cambiando y no hay más remedio que aprender a adaptarse.
Por estas fechas aún quedan instituciones que tienen abierta la posibilidad de renovación o ampliación de abonos de ciclos musicales para esta próxima. Este año, más que ninguno, me llueve insistentemente la misma pregunta: ¿Debo renovar o no mi abono? ¿Me conviene sacar uno? ¿He hecho bien al hacerlo? Tan intensa es la solicitud de una respuesta que me decido a generalizarla.
La primera pregunta a la que cualquier abonado debe enfrentarse es si la programación le compensa económicamente. Cabe también analizar el coste de oportunidad de la decisión ante la muy abundante oferta cultural que ofrecen muchas ciudades. ¿Es ese abono la mejor alternativa existente para satisfacer mis gustos y me satisface todo lo que en él se incluye? Si la respuesta es afirmativa y su adquisición o renovación no le supone un esfuerzo económico, no lo dude y pase por caja.
AbonosMuchos aficionados me comentan: “no me interesa nada el ciclo del próximo año, pero tengo miedo a perder mi abono y no poder disponer de él si otro año me interesa”. La observación refleja el carácter muy propio del español que se traduce, por ejemplo, a la mucha mayor proporción de del parque de viviendas en propiedad respecto al de alquiler, frente a lo que sucede en los países de nuestro entorno. Sobre lo que el abonado ha de reflexionar es si puede de momento encontrar entradas en taquilla para aquellos espectáculos puntuales que desee y cual es la proyección a futuro, porque ¿para qué pagar un abono con citas no deseadas si puede adquirir sin problemas las que verdaderamente le interesan? Luego viene la agenda de cada cual. Si la de uno está muy llena de sucesos imprevistos, más vale comprar entradas sueltas para las fechas a las que ya sabe podrá asistir en vez de hacerlo con la inseguridad de meses de antelación.
Y también conviene abrir los ojos al exterior porque París, Munich o Berlín y sus amplias y asequibles ofertas culturales están a cien euros de avión. ¿Puedo airearme un par de fines de semana con el ahorro de los espectáculos que no me interesan incluidos en un abono? Claro, que esto ha cambiado un poco tras el falso fin de la pandemia y los billetes de transporte y hoteles han subido una barbaridad.
Respóndanse, que cada cual acierte en su decisión y suerte a las entidades que, cada día más, han de ofrecer productos competitivos en calidad y precio.  Gonzalo Alonso

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