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Por Publicado el: 09/07/2012Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Medias verdades

Medias verdades

En ocasiones las medias verdades son más peligrosas que las falsedades, porque mientras éstas pueden detectarse fácilmente aquellas llegan a confundir. De ahí que sean cada vez más utilizadas por los desaprensivos.

Ustedes se preguntarán por qué la prima de riesgo siegue por las nubes tras los acuerdos de la última cumbre, que parecían tan beneficiosos. Simplemente porque no lo eran. Allí sólo se consiguió que Merkel no dijese “no”, que ciertamente tiene peso, pero el resto no son sino acuerdos para que se constituyan comisiones que estudien la creación de un órgano que supervise la unión bancaria o fiscal y que preste fondos bajo condiciones a determinar. Tanta imprecisión se nos vendió como un gran logro cuando casi era papel mojado. Por ello los mercados, que no son tontos, lo han valorado como lo han valorado.

En nuestro mundo musical hay múltiples ejemplos de medias verdades. Pueden serlo afirmaciones como “debemos sentirnos orgullosos y satisfechos porque el número de abonos ha crecido”. Pues sí, puede crecer el número de abonos y ser un auténtico desastre. Basta con dividir los abonos en ciclos más reducidos, reduciendo su contenido. Así saldrían más abonos a la venta y, por tanto, pudiera ser que se vendieran más que anteriormente. Pero pudiera ser también que el número de localidades totales vendidas, que es lo que interesa a efectos reales, decreciese.

Otro tanto sucede a veces cuando se presume de lograr mantener o incluso aumentar la ocupación de un teatro o un auditorio. Bastaría con llenarlo de público invitado para conseguir un cien por cien de ocupación. Sin llegar a tanto, bien a la vista están las políticas de descuentos especiales emprendidas por muchas instituciones. En una de las más prestigiadas se han llegado a repartir octavillas con el reclamo “Vuelva a disfrutar de este espectáculo con un descuento del 50% canjeando su entrada por otra nueva”. La versión cultural de un supermercado. Esta táctica fue empleada en años recientes en la Ópera de París y engañó durante un tiempo. Incluso se animó desde su dirección a que los estudiantes comprasen entradas de gallinero y se bajasen luego al patio de butacas.

Y lo mismo ocurre con las formas en que se pueden llegar a manejar los números económicos. Estamos en tiempos difíciles que imponen seriedad y claridad, por lo que las instituciones culturales y sus órganos de gobierno han de cuidar no acabar como los de Bankia.

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