Meditaciones ante un cambio de ciclo
Meditaciones ante un cambio de ciclo
Esta semana, acertadamente o no, desaparecen las mascarillas en buena parte de nuestras vidas y con ello bien podemos decir que empezamos un nuevo ciclo y es hora de revisar algunas de las cosas con las que hemos venido conviviendo. Una parte cabría encuadrarse como absurdos del Covid, pero otra viene de lejos y el virus ayudaría a replantearla.
¿Cómo va a funcionar realmente lo de las mascarillas en auditorios y teatros? No parece lógico que, a libre albedrío unos las lleven y otros no. O que los empleados sí y el público no, cuando ellos no sufren la misma concentración de personas.
Esperemos que, ahora que el público se ha acostumbrado a no toser, seamos capaces de contenernos o ponernos delante un pañuelo que, al fin y al cabo, será menos molesto que las mascarillas.
Esperemos también que teatros y auditorios recuperen la anterior normalidad respecto a los programas de mano y no se abonen al ahorro de estos. Sabemos además que los papeles no contagian. Que sigan los códigos QR, pero también los impresos.
Esperemos que, puesto que la ropa tampoco contagia, se vuelvan a poner en funcionamiento los guardarropas en aquellos sitios que llevan meses desaparecidos. Esta semana de lluvias sería un desastre tener que estar con las prendas empapadas encima de las rodillas.
Y luego, seamos sensatos. ¿Tiene sentido ver a los músicos de las orquestas con frac mientras que los directores suben al podio en mangas de camisa? Un poco de respeto a los atriles, por favor. Me viene a la memoria lo que le dijo Bono, entonces presidente del Congreso, al ministro que iba sin corbata al hemiciclo.
Y, puestos a aplicar el sentido común, qué más nos da que sea la soprano o el tenor quien saque a saludar al director de orquesta al final de una ópera o un concierto. Hace años que recurrimos a entregar ramos de flores a unos y otros. Hagamos lo mismo con las invitaciones a saludar. Creo que posiblemente nos estamos pasando con esto del feminismo.
Somos muchos, y no precisamente machistas, los que pensamos que nos pasamos con el feminismo, las razas y los LGTBI. ¿Acaso tiene sentido que el papel de Anna Bolena pueda ser llevado al cine por una mujer de color, cuando Anna no lo era, y en cambio el Covent Garden, por ejemplo, haya tenido que renunciar a embadurnar de negro a los tenores que cantan Otello?
Como nos estamos pasando con los vetos. Una cosa es la persona y otra su obra de arte. Hay donde ahora se plantean vetar la obra de Picasso por su trato a las mujeres. Por las mismas, pueden dejar de representarse óperas relacionadas con el Descubrimiento. Lo escribo aposta con mayúsculas, indignado por la falta de cordura, de falsedad y la desinformación que nos rodea. Como con la Leyenda Negra, a la que me he referido en artículos recientes. ¿A dónde vamos a llegar?
Y es mucho sobre lo que reflexionar. Les anoto algunas cuestiones para el futuro próximo: ¿No convendría reconsiderar los criterios con los que programar? ¿Cómo van a afrontar las entidades que el público, tras el Covid, tiene menos apetencia a los abonos y más a las localidades del día?
Dos años y medio después hay bastantes cosas sobre las que meditar. Hagámoslo. Gonzalo Alonso
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