Mehta: Año Nuevo, vida nueva

El popular “Concierto de Año Nuevo” de la Filarmónica de Viena tuvo hasta 1987 un director fijo, al que sucedía otro por jubilación o fallecimiento. Fueron los casos de Clemens Krauss o el eterno y casi insuperable Willi Boskovsky, que estuvo a su frente de 1955 a 1979. Desde entonces los momentos cumbres llegaron de la mano de Karajan y Kleiber, cuyo nivel no han podido alcanzar Maazel, Abbado, Muti, Harnoncourt, Ozawa, Jansons o Mehta.

Hoy ya no importa que el director de turno haya bebido las fuentes del vals, ni que sepa diferenciar entre su pasión, su capacidad de evocar o la de divertir, aquella de la que se hacía gala en la película de Charrels “El congreso se divierte”. Importa que comercialmente atraiga público y sea una fuente de ingresos. Tanto llega a ingresar su protagonsta como para poder vivir varios años sin tener que subirse a un podio, lo que bien supo manejar el citado Kleiber.

En 1988 Abbado se decidió a introducir un vals de Verdi. Quizá algún día alguien se atreva a incorporar algunas de las muchas mutaciones del vals, desde las festivas y castizas de nuestros zarzuelistas hasta los casi trágicos compases en los que se tornó en “Fatalidad”, el inolvidable film de Marlene Dietrich, pasando por la melancolía y el misterio del “Vals triste” del finlandés Sibelius o la levedad de los pequeños valses sudamericanos. Pero el programa de Mehta, aunque con novedades, no se apartará del modelo vienés de los Strauss y de las marchas, polcas, mazurcas y fantasías. Y eso que para él 2007 representará un “Año Nuevo, vida nueva”, no en vano acaba de cambiar la Ópera de Munich por la de Valencia. Casi nada. Con las ganancias de Viena y Valencia tendría de sobra para comprar la partitura de “El Danubio azul”, la célebre propina de cada concierto de Año Nuevo, que la Asociación de Cantores de Viena a puesto en venta para poder subsistir. Gonzalo Alonso