Menotti, 93 años y de nuevo en Spoletto. Un recuerdo
Una voluntad infatigable
Tuve la oportunidad y la suerte de celebrar con Gian Carlo Menotti su noventa cumpleaños en su palacio de Spoletto. Fue toda una experiencia comprobar la tremenda vitalidad del compositor. Habíamos quedado por la mañana temprano para una amplia entrevista el día en que se festejaba su onomástica con un concierto en el que iban a participar Domingo, Pavarotti, Fleming, Remigio, Maggiera, etc. Los invitados importantes –Domingo y Pavarotti- iban llegando aquella misma mañana a su casa, donde se alojarían. Pronto se acumularon los problemas.
Menotti fundó en 1958 el Festival de los Dos Mundos, pero en la actualidad es su hijo adoptivo Francis quien lo intenta dirigir artísticamente en medio de una contestación creciente año tras año que ha estado a punto de desbancarle en la próxima edición. Aquella mañana nadie sabía dónde paraba Francis Menotti. Los diarios recogían la rueda de prensa del día anterior en la que padre e hijo agradecían su desinteresada presencia a los invitados. Fatalmente los periodistas se olvidaron de incluir entre los agradecimientos a Carmela Remigio. Le trajeron al compositor la noticia de que la soprano había montado en cólera y decidido poner pies en polvorosa junto al director de orquesta Leone Maggiera. El hijo no aparecía y nadie era capaz de resolver la situación. Se escuchaban las vocalizaciones de Domingo en una estancia contigua. Pavarotti llegaba con Nicoletta rodeado de maletas. Y Menotti y yo tratábamos en vano de mantener una conversación. El tenor italiano anunció que no se encontraba bien y que lo mismo partía y al español no le salían demasiado bien las notas… La situación se hizo preocupante. Apareció finalmente Francis –estaba paseando por el monte- y decidió que todo aquello no lo podía presenciar un periodista. Me hubiera puesto de patitas en la calle de la forma más impertinente si no hubiese sido por su padre. Tuvo él que resolver todo, a los noventa años, ante la inoperancia de unos y otros. Cogió el teléfono, pidió disculpas en nombre de otros y convenció a Remigio y Maggiera. No pudo impedir la espantada de Pavarotti a las dos horas de llegar, pero sí logró que Domingo hiciese de tripas corazón. Todo ello está grabado en una cinta, la que nunca pudo contener la entrevista proyectada. Quedamos en continuarla en su castillo de Escocia.
Y me quedé con las ganas de saber qué sintió cuando Thomas Schippers, el joven y atractivo director de orquesta con el que se paseaba en descapotable blanco por Spoletto en los años sesenta, le pidió en su lecho de muerte como último deseo que le tocase al piano el intermedio de la “Manon Lescaut” de Puccini. Fue la despedida de ambos. Me di perfecta cuenta en el largo rato que estuvimos juntos, cortado por unos y por otros, que lo que más deseaba Gian Carlo Menotti era hablar de la vida y los sentimientos. A los noventa años importan tan poco tantas otras cosas…
Gonzalo ALONSO
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