Merkel opa Santander
XI Temporada Lírica de Cantabria
Merkel opa Santander
“Eugene Onegin” de Tschaikovsky. M.Butter, E.Prokina, D.Jujovic, S.Homov, K.Gorny, rtc. Coro Lírico de Cantabria y Orquesta Sinfónica de Navarra. G. del Monaco, dirección de escena. J.Rubio, dirección musical. Palacio de Festivales de Cantabria. Santander, 16 de noviembre.
Angela Merkel, buena aficionada a la música, parece no haber tenido suerte intentando que el alcalde de Berlín aporte más fondos para su amigo Michael Schindhelm, director de la fundación que congrega a los tres teatros de ópera locales. Sin embargo, sin hacer una sola llamada al director de la temporada, Juan Calleja, ha logrado opar la XI Temporada Lírica cántabra con un “Eugene Onegin” plenamente alemán. No es sino una broma para reflejar el carácter muy de “denk opera” de esta producción estrenada en Dusseldorf hace un año y medio y ahora importada entre Santander y Pamplona. Giancarlo del Monaco aúna las tendencias italianas propias de su país natal y las alemanas en cuyos teatros trabajó tantos años. Posee además una característica sorprendentemente nada común en la profesión: se sabe las óperas como el propio compositor. Ambas cualidades le permiten enfocar sus trabajos como hoy hay que hacerlo: contando las historias con originalidad, atrevimiento, con un gran componente teatral, muy intelectualmente si se quiere, pero respetando siempre el fondo de las mismas. Este “Eugenio Onegin” es posiblemente una de las producciones más redondas que se hayan exhibido en España en tiempo.
Cuenta la historia de amores y desamores a partir del punto de vista de Tatiana, desde un salón, pero en medio de un bosque de troncos quemados y talados. Una escena bella que permite que la música no tenga parón, no ya entre los múltiples cuadros sino incluso entre actos. El planteamiento global y el estudio de los personajes resulta formidable. Podrá gustar más o menos la excesiva frivolidad de Onegin en el primer acto, pero ayuda a que impacte más el contraste con su capricho y desesperación final, o que la célebre polonesa sea una foto fija en la que el único movimiento es el de un Onegin-Dorian Grey mirándose en un espejo. Sin embargo es indiscutible desde la concepción global y ante el excelente juego fotográfico positivo-negativo de las dos grandes escenas entre Onegin y Tatiana. Esta es de verdad la ópera-drama.
Este concepto, que requiere tres semanas de ensayos, sólo es posible en una ciudad pequeña, que no figura en el escalafón lírico internacional, a base de jóvenes casi desconocidos. En Santander se ha conseguido un cast homogéneo que funciona perfectamente hasta en los papeles secundarios, con un destacable tenor-actor como Lensky, un Onegin al límite de recursos en el acto final, una matizada Tatiana, una auténtica contralto como Olga y un digno Gremlin. Jorge Rubio concertó con oficio, logrando en foso y coros un nivel impensable hace no mucho tiempo.
El público se percató de estar presenciando un concepto operístico inusual. Por tres horas Santander hacía ópera como en una Dusseldorf de amplia tradición. Gonzalo Alonso
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