Montiel, el rayo misterioso del canto
El rayo misterioso del canto
Llamaba la atención todos estos años atrás que, a pesar del renombre nacional e internacional y de la más que demostrada capacidad artística de María José Montiel, hasta el momento de ayer el Teatro de la Maestranza sólo la hubiese contratado para labores muy por debajo de su categoría, cuando otras voces de menos empaque y de menos méritos globales han tenido ancho campo para su presencia en el escenario del Arenal. No sé cuánto tendremos que esperar aún (esperemos que menos que los veinticinco años que van desde 1992) para ver en el Maestranza la ópera Carmen, pero sería incomprensible que cuando ello suceda no se contase con quien es, sin lugar a dudas, una de las mejores gitanas del panorama internacional.
Pero hasta entonces, siempre nos quedará el recuerdo de este maravilloso recital en el que la madrileña dio lo mejor de sí misma en una velada llena de misterio y de belleza. Con su arrebatador timbre de infinitos matices, cálido y suave, como una caricia sonora, y con su sensibilidad a la hora de dotar de emociones a las notas que canta, Montiel sedujo desde el primer momento. Abrió con la mejor versión en directo que he escuchado de las Majas de Granados, elegantes, mórbidas y lánguidas, sin un ápice de vulgaridad, con un legato conmovedor y con reguladores y filados que hacían contener la respiración. Y, además, con el acompañamiento perfectamente detallado y cuidado de Fernández Aguirre, brillante y delicado a partes iguales. Escalofriantes las frases finales del Fado de Halffter, como delicado fue Chloris y pasional su aria de Dalila. Andrés Moreno Mengibar
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