Gérard Mortier, ese «misionero»
El Mundo 12/02/2012
Nacido en el Gante de Carlos V y educado con los jesuitas, su admiración por Karajan le llevó a la ópera. No sin polémicas, con un concepto lúcido, ha sido durante 30 años el rector de la ópera en Europa, desde Bruselas, Salzburgo, el Ruhr y París. Pudo irse a Nueva York, pero prefirió Madrid. En el Real está imponiendo su filosofía. Pasado mañana estrena La clemenza di Tito, de Mozart. Debutó en La Monnaie de Bruselas con ella, y la programó tres veranos en Salzburgo y dos veces en la Ópera de París.

«En mi trabajo, Mozart tiene una plaza central. Ahora, La clemenza di Tito. La próxima temporada, Così fan tutte, Don Giovanni y La flauta mágica. Para mí, la ópera existe gracias a Monteverdi. Y Mozart es el primero en percibirlo y conformar la ópera que viene después…

«Mozart es el Everest de la ópera. Compone La clemenza di Tito al tiempo que La flauta mágica. Se ha dicho que es una obra de circunstancia. Pero es moderna. No se atiene a reglas…

«Cuando fui nombrado director de La Monnaie, para mi primera función defendí esta obra. El resultado ha hecho historia. La clemenza di Tito fue a todas las enciclopedias. Para mí es el ejemplo de qué hacer. Se han visto en el Real, Iolanta, de Chaikovski, y Perséphone, de Stravinski. Es mi estilo. Óperas no conocidas…

«Junto a 11 óperas de Mozart, he programado 10 de Verdi. ¿Soy clásico? Soy conservador. He hecho bastantes óperas del siglo XX. Pero para mí Verdi y Wagner son figuras, y les programo cuando pienso que sus obras tienen un mensaje para hoy…

«El canto es la palabra del alma. La palabra es la razón y el canto es el alma. Y la poesía está entre la palabra y la música. Me gusta leer los poemas en alta voz. Soy alumno de los jesuitas, que nos enseñaron a leer la poesía en alta voz para escuchar la melodía de la poesía…

«El San Francisco de Asís, de Messiaen, en el Madrid Arena, tuvo 17.000 espectadores. Busco en la ópera cómo comunicar la espiritualidad. Nietzsche fue antirreligioso, pero muy espiritual. Es lo que defiendo…

«Los abonados son mi familia, cada temporada hacemos un viaje juntos descubriendo un compositor y temas. El próximo año es Mozart, con tres óperas. Y Dios, ¿qué es Dios? Con Moisés y Aarón, de Schönberg, y Parsifal, de Wagner, buscando la espiritualidad. Y también, el poder: Boris Godunov, de Mussorgski, y Macbeth, de Verdi. Y las consecuencias del poder: Wozzeck, de Berg, el proletario, y El prisionero, de Dallapiccola, el poder que mata…

«En Salzburgo, el festival por primera vez se abrió a todos los clásicos del siglo XX: Stravinski, Bartók, Janácek o Messiaen. Y a los grandes directores de escena. Llevé a Chéreau, Stein, Grüber, los Hermmannn, Marthaler…

«Pero siempre empiezo con «el instrumento». Aquí, con la orquesta y el coro. Actualmente, tenemos el mejor coro de Europa. Y la orquesta toca con pasión. Somos un equipo y vamos a defender nuestros colores…

«La excelencia la descubrí gracias a Karajan en Salzburgo. Desde los 19 años me iba todos los veranos al festival. Era muy caro pero trabajaba todo el año para pagarlo…

«Lo más importante en el Ruhr fue que, después de diez años de trabajo en Salzburgo para los más ricos, pasé a trabajar para la gente más pobre. He visto la fuerza emocional de la clase trabajadora, cómo ellos podrían estar interesados por el arte si damos algo más que esa televisión estúpida…

«En mi vida la experiencia menos interesante ha sido la Ópera de París. Es lo más grandioso, eres el director de una ópera con 1500 personas, un Titanic. Y es muy difícil cambiar la dirección del barco. El problema de la Ópera de París es que no puedes crear una familia. Fue el motivo para interesarme por el Teatro Real…

«Abrí la primera temporada aquí con Mahagonny. Es importante que sea una obra contra el materialismo. Siempre he luchado contra el materialismo. Yo no tengo ninguna posesión. No tengo casa, no tengo un gran coche y vivo bien. Me gusta una buena cena…

«Mi padre era panadero. Yo ayudaba en la tienda a mi madre. Me gustaba vender. Y la presentación de los pasteles la hacía muy bien. Después de trabajar, iba a la Iglesia con mi madre, y cantaba en el coro, gregoriano…

«La religión es ver lo humano. Lo escribo en mi libro Dramaturgia de una pasión. Tengo siempre miedo cuando la gente habla demasiado de Dios y no piensan en sus hermanos. Estoy muy nietzscheano y creo que las religiones que conocemos no son religiones de la paz. Cristo es una religión de la paz…

«Tenía quince años cuando fui con mi abuela, Memé, la madre de mi madre, que vivía con nosotros, a ver mi primera ópera, La flauta mágica. Fue más que la música. Yo tenía una habitación muy pequeña, sin lujos, y en la ópera, con el gran candelabro, los rojos, el oro…

«Soy como un sommelier, que conozco bastante bien los vinos e intento servir lo que no se conoce. Es un poco guiar al público. No es pedagogía. El público me da algunas lecciones. Es un diálogo. Pero el público ha de ser curioso, descubrir el teatro no sólo como divertimento…

«El gran problema para mí de la música hoy es que es la primera vez que vivimos en un tiempo en el que hay más música del siglo pasado que de nuestro siglo. Es muy difícil conducir a la gente…

«Para mí, Madrid era periferia en la vida de la ópera. Será un orgullo que el Teatro Real se convierta en una de las mejores óperas de Europa. Y con Iolanta y Perséphone ya han venido todos: la prensa alemana, la francesa, la de Nueva York. Por primera vez hemos sentido a Madrid en el centro de la vida de la ópera…

«Tengo 68 años, y un contrato hasta mis 73. Si conservo todas mis capacidades me gustaría continuar. Cuando tienes 68 es mejor vivir el tiempo en el que vives, y si termina mi carrera como director de ópera en España estará muy bien. Será como Carlos V. Ignacio Amestoy