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Por Publicado el: 15/10/2005Categorías: Crítica

Mucho ruido y pocas nueces

Apertura Temporada Ibermúsica
Mucho ruido y pocas nueces
Obras de Schumann, Mussorgski y Shostakovich. J.Moser, chelo. V.Gergiev, director. Auditorio Nacional. Madrid, 13 y 14 de octubre.
Ibermúsica, el ciclo élite entre los sinfónicos, parece haber querido continuar celebrando esta temporada el reciente centenario de la Sinfónica de Londres, cuyo actual titular es Colin Davis. La veterana agrupación londinense ha abierto la espléndida serie de conciertos a las órdenes de Gergiev, pero volverá con Harding –el del temible reto de sustituir a Muti en la apertura de la Scala- y Temirkanov.
Estamos ante el que quizá sea el conjunto más flexible en Europa y ello tiene su lógica, ya que son enormes las transformaciones que sufren las orquestas inglesas para sobrevivir al día a día. La LSO es la que más conciertos da, la que más viaja y la que más graba. Su sonido, brillante y claro, ha quedado sobradamente demostrado en las sinfonías 7 y 8 de Shostakovich. No tanto en el “Concierto para violonchelo y orquesta” de Schumann, obra problemática porque realmente se trata de un concierto para orquesta con chelo y cuya especial densidad de sonido no fue captada por Gergiev, aunque el joven Johannes Moser lo tocase con estilo y medios. Se careció de empaste, se perdió el equilibrio a favor de unos vientos que hasta llegaron a chirriar en los oídos. En los tres fragmentos de “Kovanchina”, que abrieron la segunda jornada, no se llegó a entrar en su auténtico espíritu ruso, ese espíritu que describía muy bien González Lapuente en sus notas al programa, en las que también se explicaban las conexiones internas de los programas: dos sinfonías de Shostakovich y otras dos obras en cuyas orquestaciones trabajó el compositor fallecido en 1975.
Gergiev es un aceptable director, al que mediaticamente se valora por encima de sus capacidades musicales y es que en él pesa mucho el hombre de negocios, aquel que es capaz de obtener dólares de cualquier sitio para su Teatro Mariinsky. Fue incapaz de mantener la tensión en la larga “Octava Sinfonía”, a la que según opinión de Prokofiev y otros muchos le sobran movimientos. Es ciertamente obra irregular, de la que hoy es el tercer tiempo, con su variación instrumental, el que más gusta aunque sea quizá el más banal. Otro tanto estuvo a punto de suceder en la “Leningrado”, con una fallida entrada de los ejércitos invasores en el primer tiempo. Hubo sin embargo, junto a espeluznantes explosiones sonoras, momentos muy brillantes que compensaron todo, incluso momentos íntimos muy bien llevados, pero faltó unidad. En cualquier caso obtuvo mucho mayor éxito esta sinfonía que la octava.
Ashkenazy, Dohnányi, Noceda, Thielemann, Schiff, Chailly, Jansons, Rilling, Abbado, Ozawa, Kissin y Quasthoff son, aparte de los ya citados, otros grandes nombres que aparecerán en Ibermúsica. Gonzalo ALONSO

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