MUERTE Y ETERNIDAD
MUERTE Y ETERNIDAD
Orquesta Nacional de España
BERG: Concierto para violín, MAHLER: La canción de la tierra. Frank Peter Zimmermann (violín), Anna Larsson (contralto), Johan Botha (tenor). Orquesta Nacional de España. Dir.: Josep Pons. 15 de abril, 2012; Auditorio Nacional, Madrid.
El programa que la Nacional proponía era de una densidad desusada, con dos obras pre-finales en el catalogo de sus autores, Alban Berg, con su Concierto “A la memoria de un ángel” de 1935, dedicado a la memoria de Manon Gropius, fallecida a los 18 años, y Gustav Mahler con su “Canción de la tierra” de 1908, dos páginas hilvanadas por la idea de la muerte y el anhelo de perennidad. Para la primera se contaba con quien es acaso su máximo intérprete actual, el violinista germano Frank Peter Zimmermann. No es que este artista dé todas las notas con entonación y afinación inatacables, es que ama esta música y su pasión por ella se traduce en sonidos. Tuvo colaboradores atentos y tan entregados como él en la Orquesta Nacional y su ya Director Honorario Josep Pons, y la tensión emocional del final de la obra, con la maravillosa incardinación del coral bachiano “Es suficiente”, fue un portento de lirismo. Zimermann tocó fuera de programa una obra propia, de virtuosismo impresionante, unas variaciones sobre el célebre tema, convertido en himno nacional de Austria y Alemania, del Adagio del “Cuarteto Emperador”, Op. 76/3 de Haydn.
Después, antepenúltimo concierto de los “Aniversarios Mahler”, una pieza venerada por Berg y toda la Segunda Escuela de Viena: “Das Lied von der Erde”, obra que reclama dos formidables solistas, en especial ella, la contralto, una orquesta de primera y un gran director. Todo ello se dio en la sesión de referencia. La sueca Anna Larsson, bien conocida entre nosotros y concretamente en este ciclo, volvió a hacer gala de su sensible musicalidad, su cuidada dicción y su matizada capacidad emotiva, sobre todo en la sublime “Despedida” final: es una de las grandes intérpretes de esta página, que ha hecho suya en el curso de los últimos quince años. Al tenor de este “Das Lied” se le pide valentía, fuerza y ese tono heroico del cantante wagneriano: el sudafricano Johan Botha cumple con todas estas exigencias y, como Larsson, posee magnitud afectiva para afrontar la nada sencilla canción de apertura. Pons y la Nacional cuajaron otra gran actuación: la orquesta está en uno de los mejores momentos de su historia, técnicamente es un cuerpo sólido y sin fisuras, y el de Puigreig revalidó su creciente condición de notable mahleriano; su traducción del intermedio entre las dos secciones de “Der Abschied” fue un maravilloso cincelado en intensidad creciente. En conjunto, una gran velada de música de hondísimo calado. Como curiosidad: los tres solistas, violinista y los dos cantantes, tenían la misma edad, 45 años. José Luis Pérez de Arteaga
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