El mundo invisible de la ópera
El mundo invisible de la ópera
Los empleados del mundo lírico declaran que su miedo se extiende más allá de la crisis por una pérdida de esperanza que mira con temor al futuro
La incertidumbre que afronta el mundo de la lírica está envuelta en una paradoja que amenaza su vuelta a la normalidad – y el concepto que tenemos de ella. Como registra el diario italiano Il fatto Quotidiano, el velo dorado de la ópera cubre una realidad invisible de sus trabajadores, profesionales desprotegidos, dependientes de su actividad para subsistir y en una situación muy frágil ya antes de la crisis.
Maquilladores, técnicos de sonido, costureras, decoradores, personal de utliería, son algunos de los profesionales que hacen de la ópera una realidad y para quieres, una vez bajado el telón por la emergencia sanitaria, se acabó el trabajo. La Asociación Assolirica, presidida por Rosanna Savoia, reúne a estos empleados y apunta que “todos los contratos se rescindieron por razones de fuerza mayor, no solo para las futuras producciones sino también para suspender el pago del trabajo ya realizado”.
Italia ha facilitado unos bonos de ayuda para los trabajadores del espectáculo, una definición que pretende abarcar cualquier empleo que “contribuya a la realización de espectáculos en vivo”. Estos bonos, que reciben el nombre de INPS, conceden hasta 600€ a aquellos trabajadores independientes que cumplan las siguientes condiciones: haber generado ingresos de menos de 50.000€ en 2019; no tener un contrato existente; y declarar 30 días de trabajo acumulado con contribuciones en 2019. Aquí está uno de los puntos clave en la concesión de ayudas.
“El cálculo de las contribuciones que se paga es complejo y está lleno de variables”, indica el diario italiano, “los parámetros varían según la remuneración y las vacaciones, así como la programación de días hábiles que hace cada teatro”. Assolirica calcula que desde el comienzo de la relación laboral se necesitan entre 40 y 50 días laborales para alcanzar la cifra de 30 días de cotización: “Los períodos de preparación individual y las fases creativas previas no se tienen en cuenta desde el punto de vista contributivo. Así, el tiempo de contratación no coincide con el número real de días hábiles empleados en desarrollar la actividad. Por tanto, el requisito de estos 30 días excluye a muchos profesionales”, indica Savoia.
El barítono Paolo Bordogna solicitó esta ayuda pero no le fue concedida porque no cumplía con este requisito. Además, subraya, aquellos que logran declarar más de 30 días de cotización suelen superar los 50.000€: “Afortunadamente trabajo mucho, pero también en el extranjero por lo que a los efectos de las contribuciones no figura. Pienso en mis compañeros más jóvenes, cuyo sustento depende de los contratos y actuaciones realizadas. Si no trabajan no cobran y aún tienen que pagar su manutención. Por otro lado, aquellos que empezaron los ensayos han sido despedidos y no verán un euro”. El cantante enfatiza que en su caso, con 22 años de carrera sobre los escenarios, solo se contemplan 10 en la cotización, una condición agravada por la naturaleza de la profesión: “Al igual que los atletas, nuestra voz cambia con el tiempo, no se puede llevar el mismo ritmo de por vida”.
Para los trabajadores “invisibles”, el miedo se multiplica. “Perdí todos mis proyectos, pero sobre todo perdí la esperanza de reanudarlos o encontrarlos de nuevo. No sé cuando volveremos a trabajar”, lamenta Sara Marcucci, diseñadora de vestuario, “Incluso antes de la pandemia, trabajar en el mundo del teatro era difícil. No me atrevo a imaginar lo que sucederá después”.
Así, la pregunta ahora no es cuándo, precisa Il fatto Quotidiano, sino cómo. Habrá que imaginar un sistema completamente nuevo, recalibrado sobre las necesidades de distanciamientos social, adecuadas para los artistas, con las fronteras cerradas y, sobre todo, una política cultural empática con la situación.
Los directores de los teatros italianos continúan estimando pérdidas y calculando el futuro: “Tenemos a todos los empleados despedidos y pérdidas que oscilan entre los 7 y 8 millones de euros”, declara el director de la Fenice de Venecia. La Ópera de Roma calcula pérdidas de 4.5 millones, y el Regio de Turín 1.5. “No podemos arriesgarnos a reabrir prematuramente, debemos garantizar la máxima tranquilidad a nuestros espectadores”, indica Sebastian Schwarz, que asumió la dirección del Teatro Regio el año pasado. “Queremos que el teatro, cuando vuelva a abrir, sea también un lugar de respeto. Por eso, estamos pensando en un Réquiem para recordar a las víctimas. Más tarde se convertirá en un espacio para celebrar la vida con música”.
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