Munich: Un gran Conde Almaviva
LE NOZZE DI FIGARO (W. A. MOZART)
Nationaltheater de Munich. 17Julio 2014.
Esta representación de Bodas de Fígaro ha tenido un resultado un tanto irregular. La producción escénica es un monumento al minimalismo, haciendo agua en el último acto; la dirección musical no ha sido brillante y, finalmente, el reparto vocal ha tenido un buen nivel, aunque haya matizaciones que hacer.
La producción del alemán Dieter Dorn tiene ya 17 años de vida y resulta sorprendente en varios sentidos. Se trata de un trabajo minimalista, bordeando el nihilismo, ya que la escenografía única de Jürgen Rose no ofrece sino tres paredes blancas cubiertas por un techo también blanco. En las paredes hay 3 puertas azules, una en cada una de ellas, que desaparecen en el último acto. La ambientación se consigue a base de algún mobiliario repartido por escena. Toda la representación transcurre con una notable luz, como si estuviéramos en el verano de Sevilla. Cualquier conocedor de esta ópera se preguntará cómo resolver en estas condiciones el salto de Cherubino y el acto del jardín. En cuanto al primero, Dieter Dorn recurre a algo que ya pudimos ver en el antiguo Coliseo Albia de Bilbao hace casi 25 años. Entonces, como ahora, se recurrió a que Cherubino saltara al foso de la orquesta. Durante los 3 primeros actos las cosas se desarrollan de manera notable en escena, a base imaginación del regista y de una destacada dirección de actores, pero en el acto del jardín la producción hace agua por todas partes. El ambiente nocturno no existe y la luz sigue siendo casi cegadora, lo que hace que las continuas confusiones de personajes que marca el libreto no tengan la más mínima credibilidad. Como no hay donde esconderse, Dieter Dorn esparce unas sabanas por el suelo, debajo de las que se tratan de ocultar los distintos personajes. El vestuario del propio Jürgen Rose resulta atractivo, basado en contrastes de colores con el blanco de las paredes. La iluminación de Max Keller no puede ser más monótona.
La dirección de escena está muy cuidada y narra estupendamente la trama, incluso con detalles que dan mucho sentido a determinadas escenas. Lo mismo se puede decir de la dirección de actores. Es una pena que la imaginación de la que Dieter Dorn hace gala durante buena parte de la ópera desaparezca como por encanto en el último acto.
La dirección musical estuvo encomendada una vez más a Dan Ettinger. Este director israelita es un todo-terreno que dirige todo tipo de repertorio y en todo tipo de teatros. La eficacia está siempre garantizada, pero nunca le he visto ir mucho más allá de eso. Su Mozart me pareció excesivamente ruidoso, en lo que influyó el hecho de que en mi opinión el foso estaba excesivamente elevado. Por otro lado, las voces de las intérpretes femeninas eran un tanto reducidas y consiguió un deficiente balance sonoro entre foso y escenario. A mí aquello no me sonaba al Mozart ligero, elegante y divertido que puso música al texto de Lorenzo da Ponte. Lo mejor de su dirección fue el tercer acto, en el que moduló más el sonido, siendo lo peor el primer acto. A sus órdenes estuvo la siempre notable Bayerische Staatorchester. Bien también el Coro de la Bayerische Staatsoper.
El protagonista Fígaro fue interpretado por el uruguayo Erwin Schrott, cuya actuación escénica fue irreprochable, lo mismo que su interpretación de los recitativos. El problema fue que en sus arias, especialmente en Non più andrai y en Aprite un po’queglii occhi, se empeñó en ofrecer una exhibición de decibelios, absolutamente fuera de lugar. Cantar así la música de Mozart es un auténtico pecado. Ya sabemos que su voz es poderosa, pero mejor que haga exhibiciones a la hora de afeitarse.
La soprano alemana Hanna Elisabeth Müller me había causado una excelente impresión la noche anterior en Servilia y la impresión queda refrendada en un personaje tan importante como Susanna. Voz atractiva y excelente cantante, además de desenvuelta en escena. De todos modos considero que Susanna requiere un centro más importante que el que ella tiene todavía. De hecho, esta muy prometedora soprano está más cerca de Barbarina que de Susanna. Evidentemente, el sonido del foso le perjudicó notablemente.
La soprano francesa Veronique Gens dio vida a la Condesa y lo hizo con suficiencia, aunque sin brillo especial. Como casi siempre ocurre, el Porgi amor pasó sin pena ni gloria, mientras que cantó con gusto Dove sono. La diferencia de estatura entre la Condesa y Susanna era más que notable. ¡Quién podría creer que el Conde las confunda y a la luz del día!
Lo mejor del reparto fue el barítono canadiense Gerald Finley, que hizo un irreprochable Conde Almaviva en todos los sentidos. Su identificación con el personaje es total, siendo cada frase, cada gesto y hasta cada sílaba una lección de canto intencionado. No se me ocurre un posible mejor Conde hoy, salvo Christian Gerhaher.
La mezzo soprano americana Kate Lindsey cantó francamente bien las dos arias de Cherubino. La voz es atractiva, aunque un tanto reducida de volumen, perjudicada también por el volumen del foso.
En los personajes secundarios el italiano Umberto Chiummo pasó sin pena ni gloria por Don Bartolo. Heike Grötzinger lo hizo bien como Marcellina, con la voz reseca, habiendo aviso de indisposición. Adecuado el Basilio de Ulrich Ress. Sonoro y divertido Peter Lobert como Antonio. Muy prometedora la soprano Elsa Benoit en Barbarina. Kevin Conners fue un inenarrable Don Curzio. ¡Que gran comprimario!
Una vez más el Nationaltheater mostraba un lleno prácticamente total. El público dedicó una muy cálida recepción a los artistas, sobre todo a Erwin Schrott y a Hanna-Elisabeth Müller. A escena abierta los mayores aplausos fueron para el aria del Conde Hai già vinta la causa.
La representación comenzó con 6 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 39 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 3 horas y 1 minuto. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 194 euros, habiendo butacas de platea desde 118 euros. La entrada más barata con visibilidad plena costaba 65 euros, Las había con escasa visibilidad por 17 euros. José M. Irurzun
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