Riccardo Muti: “Ya no me reconozco en este mundo”
Riccardo Muti: “Ya no me reconozco en este mundo”
El maestro, que hoy cumple 80 años, comparte sus impresiones sobre el devenir de la sociedad y la dirección orquestal en una entrevista con el diario italiano Il corriere della sera
Al borde de los 80 años, Riccardo Muti se reconoce “cansado de la vida”, aunque considera que la suya ha sido una vida plena. “Tuvo la suerte”, explica, de “crecer en la década de 1950 y asistir a la escuela secundaria en Molfetta donde había estudiado Salvemini, con profesores muy estrictos”, donde se forjaron unos principios sobre la cultura y la ética del arte que hoy se han desvanecido. “Por eso a veces, quizás exagerando, digo que estoy cansado. Creo que ya no pertenezco a un mundo volcado en esos principios con los que crecí y que me trasladaron mis profesores en el instituto y en el conservatorio”.
En agosto, Muti dirigirá por primera vez la Missa Solemnis de Beethoven, una obra en la que lleva más de 50 años trabajando pero nunca se ha atrevido a realizar, confiesa: “Debutaré esta partitura en Salzburgo, la Capilla Sixtina de la música. La sola idea de acercarme a esta obra siempre me ha provocado temor”. Sobre este tiempo de pandemia, Muti considera que se ha se he evidenciado la deshumanización generalizada: “Aparte del estudio”, confiesa, “fue horrible. La deshumanización se ha profundizado aún más. La falta de relaciones humanas es aterradora. Puedo seguir un contrapunto en ocho partes que se entrelazan pero no entiendo a dos personas hablando. Crean discordia, cacofonía; las ocho musicales, cada una diferente a la otra, deben contribuir al logro de la armonía. La banalidad de la televisión e Internet, la diversión superficial, la falta de conversación, me preocupa mucho para la formación de los jóvenes”.
La inquietud por la situación de la educación musical – y el futuro de su profesión -permean el discurso de Muti, que lamenta que “la dirección se ha convertido a menudo en una profesión de conveniencia. Los jóvenes llegan a puestos de responsabilidad sin estudios largos y serios, sin entender las obras monumentales que manejan, que precisan un gesto eficaz. Toscanini solía decir que los brazos son la extensión de la mente. Hoy en día, muchos directores utilizan el podio para gesticular excesivamente como si fuera un espectáculo, tratando de impactar al público más por lo que ve que por lo que se escucha. Mi maestro, Antonio Votto, dijo que el director de orquesta tiene que respirar el polvo del escenario. Las orquestas, coros y cantantes se quejan de una falta cada vez más evidente de información musical y dramatúrgica por parte de los directores”.
Condena la misma superficialidad en la lectura escénica de las óperas, tanto por la devaluación del mensaje de la obra como por el efecto la difusión del patrimonio lírico italiano: “Acabo de dirigir Aida en versión concierto en el Festival de Verona y lamento profundamente no haber podido hacer la versión de Giorgio Strehler, como estaba previsto. Giorgio creía en una Aida donde el triunfo reside únicamente en la música y no en el faraonismo que acompaña a las producciones de Aida en todo el mundo, hasta el punto que se ha convertido en el símbolo mismo de Aida, dañando la esencia de la obra, una de las partituras más refinadas y delicadas de Verdi. Y esto no es solo aplicable a Aida”. “El precio desorbitado de los decorados y el vestuario, la falta de competencia y autoridad de los directores, que, con las debidas excepciones, no guían a los cantantes, me preocupan por su impacto en el futuro de la ópera”, prosigue, “Italia está llena de teatros de los siglos XVIII y XIX y están cerrados. Le dije a Franceschini – Ministro de Bienes Culturales y Turismo de Italia -, ‘abridlos, dádselos a los jóvenes, formad nuevas orquestas, hay regiones que no tienen’. Tenemos muchas cosas que hacer si queremos que nuestra nuestra ópera, la más representada del mundo, no se considere un entretenimiento agradable sino una fuente de educación y cultura”.
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