Natalie Dessay de menos a más en el Real
Natalie Dessay en el Teatro Real
De menos a más
Obras de Schubert, Mendelssohn, Duparc, Liszt, Fauré. Natalie Dessay, soprano y Philippe Cassard, piano. Teatro Real, 29 de septiembre
Natalie Dessay estuvo anunciada hace un año en el reparto de “La hija del regimiento” pero, como era previsible, canceló su participación ya que llevaba meses retirada de la escena operística. A cambio compensó ahora con un recital acompañada de piano con el que costó bastante lograr una buena ocupación, lo que finalmente se logró gracias a las entradas de última hora con descuentos del 90%.
Schubert no compuso sus lieder para que fuesen escuchados por mil quinientas personas, tampoco Mendelssohn, Duparc o Fauré, sino para audiencias en las que la intimidad pudiera ser cómplice. El Teatro Real debería evitar el mundo del lied y no sólo porque no es lugar idóneo para él, sino porque ya existe un veterano ciclo en la Zarzuela a él dedicado. Lo dicho resalta el mérito de Dessay al conseguir arrancar el entusiasmo del público, más aún cuando la voz se halla lejos de la plenitud. Bastó la primera pieza para comprobarlo: “Erkönig” de Schubert. Abrir en frío con una de las más exigentes y dramáticas del autor fue una temeridad por parte de la solista, pero ella ha declarado que quiere cantar lo que le gusta, cuando y donde quiera. La voz no es grande y en las alturas no se oía mucho, pero tiene una dulzura muy especial y una indudable musicalidad. Eso se tradujo en que el resto de la primera parte con más Schubert y Mendelssohn se convirtiese en una sucesión de “bombones” hasta cierto punto empalagosos. En Duparc empezó a encontrarse más así misma y lo logró totalmente cuando el pianista Philippe Cassard, muy centrado toda la sesión, tocó la última nota de “Sonnet 104 de Petrarque” y la soprano empezó sin interrupción “Oh! Quand je dors” del mismo compositor. Entraba con ella en un mundo más operístico en el que poder lucir pianos y filados marca de la casa, así como un fiato aún reseñable. Otro Liszt, dos Fauré y un Bizet aumentaron el clima de comunicación con un público que no pudo contener su entusiasmo en un par de ello, con lo que el recital, que se inició con frialdad, terminó en un éxito indiscutible. Gonzalo Alonso
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