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CRÍTICA: 'Barenboim, el poeta del vals' [Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena, 1/1/2014]
Por Publicado el: 03/01/2014Categorías: Crítica

Navidad en la Zarzuela: Albelo rememora viejos tiempos

Navidad en la Zarzuela

Albelo rememora viejos tiempos

Obras de Offenbach, Donizetti, Verdi, Chapí, Vives, Luna, Penella, Giménez y Serrano. Celso Albelo, tenor. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Cristóbal Soler, director. Teatro de la zarzuela. Madrid, 2 de enero.

Para el Teatro de la Zarzuela la Navidad no ha pasado desapercibida. Además del recuerdo a Chaplin y al film de Antonio Momplet “Las de Caín” de 1959 o el concierto con los cuerpos estables del pasado día 23, estaba lo más esperado: el de Celso Albelo, figura tan justamente querida en el teatro. Programa popular donde los haya y con la duración justa para el caso. Lo abrió espectacularmente la obertura de “Orfeo en los infiernos” de Offenbach y entre el resto de las piezas orquestales figuraron la también obertura de “Nabucco”, el preludo de “El tambor de granaderos”, “la Danza del fuego de “Benamor” de Luna o el intermedio de “La boda de Luis Alonso”. No puede pensarse en nada más atractivo para el público que habitualmente asiste a la calle Jovellanos. Otra cosa es que los resultados artísticos brillasen a la altura de las ambiciones y, bien es cierto, que quien firma acababa de llegar de escuchar a Barenboim y la Filarmónica de Viena en su célebre concierto, por lo que no puede extrañar que se revolviese en su butaca en más de una ocasión.

Celso Albelo era lo importante y el tenor canario dejó sobradas muestras de compromiso y entrega. Abrió con una lectura de concepto y fraseo impoluto el aria de Edgardo de “Lucia di Lammermoor”. En su primera octava siempre recuerda mucho a su paisano Alfredo Kraus, mientras que la segunda posee menos brillo que en el registro más alto. Es en los agudos donde la voz reúne timbre y armónicos que llegan a resonar en los oídos. El “do” de “La donna è mobile” fue claro ejemplo, por cierto repetida como última propina. Firmes fueron también los de “La hija del regimiento”. No sólo resultaron de admirar éstos sino también las medias voces o la forma de recoger notas, como en el final de “La mia letizia infondere” de “I lombardi alla prima crociata”, la línea de “Una furtiva lagrima” o el buen decir de “Por el humo se sabe donde está el fuego”, página tan querida en la casa. La emoción subió de tono con los golpes de glotis en alguna de las notas finales, forma de claro impacto en la audiencia. El público no quería levantarse de sus asientos, pero los profesores de la orquesta sí lo hicieron tras dos propinas que supieron a poco. Gonzalo Alonso

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