Nézet –Séguin y su filosofía como director
Nézet –Séguin y su filosofía como director
Su propia infancia, su tierra y el respeto a la música dictan un modus operandi de Nézet-Séguin que le sitúa como uno de los directores más influyentes de nuestro tiempo
“Fui un niño excepcionalmente intenso”, afirma Yannick Nézet-Séguin. Desde los 10 años tenía claro su destino como director de orquesta, una vocación que se imponía a la vez que su interés por la religión le plateó llegar a ser papa.
“En aquel momento”, recuerda el maestro canadiense, “mi fascinación por la religión se transfirió a la música, y el carácter lítúrgico de la iglesia paso a ser el ritual del concierto”. A sus 44 años, Nézet-Seguin prosigue su carrera profesional con la misma confianza y convencimiento que en su niñez, una determinación que le aporta la energía infatigable con la que afronta la dirección del Metropolitan de Nueva York, del que es el tercer director musical oficial en la historia del Teatro; la Orquesta de Filadelfia; y la Orquesta Metropolitana de Montreal, que le nombró director vitalicio el pasado mes de septiembre.
El director resalta a su vez que uno de los aspectos que más ha influido su filosofía ha sido su ciudad natal, Quebec, de la que ha aprehendido su lógica informal e igualitaria: “nuestros antepasados era generalmente campesinos y granjeros, y ha permanecido una desconfianza hacia la autoridad”, explica. Esa brecha entre las normas, la convención y el poder con respecto a la libertad de cada uno es lo que Nézet-Séguin considera esencial para afrontar una composición. Por tanto, si la emoción de cada concierto suele empañarle los ojos, debe dejar que los músicos participen en ese sentimiento: “El objetivo de mi papel como director es fomentar esa libertad emocional en los músicos. Ser estricto no es lo mismo que hacer que la gente te tenga miedo”, confiesa.
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