Ni chicha ni limoná
Dos voces actuales en Madrid
Ni chicha ni limoná
Obras de Strauss y Wagner. N. Stemme, soprano. Orquesta Sinfónica de Madrid. J. López Cobos. Teatro Real. Madrid, 28 de abril.
Obras de Schumann, Mahler y Wolf. D. Röschmann, soprano y M. Martineau, piano. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 27 de abril.
Muy esperado y aún más promocionado el concierto de presentación de Nina Stemme en el Real, preludio de las “Salomé” que abordará tanto en Madrid como en Barcelona. En cambio Dorothea Röschman ya era conocida en la capital, a la que acudió esta vez sustituyendo a Barbara Bonney. Ambas triunfaron.
Stemme saltó a la fama gracias al personaje de Isolda, con el que fue aclamada en Bayreuth y que grabó en cd con Domingo. Eligió para su debut madrileño dos obras difíciles de conjugar para cualquier soprano: los “Cuatro últimos lieder” de Strauss y la “Inmolación de Brunhilda” wagneriana. La voz de dramática de Stemme es demasiado pesada para la primera y un punto ligera para la segunda que, por cierto, cantaba por vez primera. Si bien en ambas cumplió con nivel, ya que el instrumento se encuentra en su punto, con redondez y homogeneidad, también es cierto que no logró la recreación, la evanescencia que otras como Te Kanawa, Fleming, Norman o, muy especialmente, Caballé han sido capaces de imprimir a las canciones de Strauss. Tampoco pudo dotar a la escena final de “El ocaso de los dioses” de la rotundidad de una Deborah Polaski, aunque no se destempló en ningún momento como en cambio le sucedía a aquella y resultó audible en casi todas las frases a pesar de tener la orquesta sobre el escenario. Cuando se anunció la primera propina, los “Sueños” de los “Wesendonk lieder”, era predecible que sería lo mejor de la noche y lo fue, pues aquí si que se encontraron obra y voz y además López Cobos la acompañó estupendamente. En cambio la “Cecilia” de Strauss se vio perjudicada por la exageración dramática. El maestro, siempre correcto, no acabó de responder al protagonismo que él mismo se dio al programar en un ciclo de “Grandes voces” dos pasajes sinfónicos –“Caballero de la rosa” y “Parsifal”- de tanta duración como los vocales.
Por su parte Dorothea Röschmann brilló en los lieder de Strauss, Wolf y Schumann, con una versión un tanto sombría del infrecuente ciclo que este último dedicó a María Estuarda, gracias a un voz que ha ensanchado y una musicalidad intachable, si bien siempre un punto impersonal. Gonzalo Alonso
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