NO PERDAMOS DE VISTA A GONZÁLEZ
NO PERDAMOS DE VISTA A GONZÁLEZ
Orquesta Nacional de España
BARBER: Adagio, BARTÓK: Música para cuerdas, percusión y celesta, DVORAK: Sinfonía nº 9 en Mi menor, Op. 95, Del nuevo mundo. Orquesta Nacional de España. Director: Pablo González. 11-13 de febrero de 2011, Auditorio Nacional, Madrid.
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Cada vez que el asturiano Pablo González (Oviedo, 1975) se ha puesto al frente de las orquestas madrileñas, Sinfónica de RTVE o esta Nacional a la que dirige por cuarta vez, entre medias había ascendido un nuevo peldaño en su carrera, tranquila y pausada, pero imparable. Desde el pasado octubre es el titular de la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña -OBC para los amigos-, y su trabajo en dicha plaza ya empieza a estar sembrado de éxitos. Su más reciente comparecencia madrileña vuelve a poner de manifiesto las calidades de rigor, claridad, control del fraseo y vitalidad rítmica que le son propias, además de clara empatía personal con los músicos con los que trabaja que se traduce en obvia sensación de complicidad entre maestro y profesores.
Su “Adagio” de Samuel Barber poseyó todas las cualidades de tristeza y melancolía que Elena Torres le atribuye en sus magníficas notas. “Música para cuerdas, percusión y celesta” de Bela Bartók es una de las obras más difíciles del repertorio del siglo XX, por el directo virtuosismo de su escritura y el meticuloso ejercicio de ping-pong que exige a los dos grupos de cuerda contrapuestos: el firmante recuerda haber visto a los mismísimos Karajan y Filarmónica de Berlín armarse un zipizape considerable al inicio del segundo tiempo de la obra, salvado por la técnica de los músicos y la autoridad del director; se indica todo esto porque, dentro de un trabajo depurado y detallista, se advirtió la falta de algún ensayo adicional para esta obra. Rotundamente trabajada sonó la célebre “Sinfonía del Nuevo Mundo” de Dvorak, aunque en ella pudo darse algún exceso de énfasis por parte de González (¿es necesario “arrastrar” tanto la cuerda al principio del Allegro con fuoco?).
Salvadas estas reservas, la sesión resultó excelente en conjunto, y revalidó la buena camaradería entre el joven maestro ovetense y la Orquesta Nacional, como de costumbre en estupenda forma. A Pablo González no hay que perderle de vista: ya ha dicho unas cuantas cosas, pero le queda casi todo por delante. José Luis Pérez de Arteaga
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