Norma en Salburgo
Norma en Salzburgo: Renacer de las cenizas
ABC, 1/09/2013
Cuando la mezzosoprano Cecilia Bartoli explica que «siempre he sentido fascinación por la música de ‘Norma’» quiere decir que, desde antiguo, anidaba en ella un deseo de posesión irrenunciable. Lo consolidó tras un estudio minucioso de la obra, tal y como Vicenzo Bellini la compuso, y un análisis de la vocalidad de los primeros intérpretes, según justifica la edición de Maurizio Biondi y Riccardo Minasi. A partir de ahí, fue posible construir «Norma», limpia y ajena a la trayectoria histórica que marcó el trabajo de aquellos intérpretes que la sublimaron, modernamente bajo el protagonismo de varias sopranos de referencia de Callas, a Sutherland o Caballé.
No ha lugar para lucubrar sobre las consecuencias de la recuperación, ni sobre las razones por las que «Norma» se había convertido en una exquisita mezcla de alarde vocal y dramática artificialidad. Bartoli le ha dado la vuelta al papel y a la obra, demostrando que era posible una restauración honrada y desafectada. Sólo había que encontrar la complicidad del equipo protagonista en el Festival de Salzburgo tras una primer montaje en el de Pentescostés.
Lejos de la sobredimensión, «Norma», según Bartoli, requiere cercanía. Giovanni Antonini dirigiendo La Scintilla en la Haus für Mozart es un cimiento que se amalgama en nuevos detalles orquestales, se reviste con instrumentos de época y consolida en un espacio sonoro de extraordinario refinamiento. Sobre él habita el incisivo y nada verista John Osborn, la muy interesante pureza y perfección, la algo ingenua Adalgisa de Rebeca Olvera y, por supuesto, la facilidad vocal y abundancia teatral de Cecilia Bartoli entregada a un papel que mantiene incólume su dificilísima escritura desde las complejas agilidades a los momentos en los que la extrema circunspección marca un clímax.
En el remate, también Bartoli confiesa su devoción por Anna Magnani. Nada mejor que el ardor de su cine para acabar de demostrar que esta «Norma» no es una momia desenterrada. De ahí la escuela en los años de la segunda gran guerra con resistentes y represores, el fondo sobre el que Moshe Leiser y Patrice Caurier construyen la obra. En suma, musicología y entretenimiento. No es mala combinación para concluir Salzburgo. Alberto González Lapuente
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