Norma en el Liceo 1 y 2º reparto
http://youtu.be/E-Iij2qvREc
NORMA (V. BELLINI)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 8 Febrero 2015.
Norma, como ópera plenamente representativa del puro belcanto, ha sido uno de los títulos mas frecuentes en la programación del Liceu de Barcelona. No es de extrañar que con estas representaciones superará ampliamente las 150 durante su historia. Es normal, por tanto, que el público haya recibido muy bien estas nuevas representaciones de la obra maestra de Bellini. Esta crónica se refiere a la primera de las funciones y el resultado ha sido bueno, basado esencialmente en un reparto de altos vuelos, aunque la dirección musical se ha caracterizado por tiempos excesivamente lentos y en escena hayamos tenido una producción bastante insulsa.
La producción escénica, a la que me refería más arriba, lleva la firma del americano Kevin Newbury y es una colaboración de las óperas de San Francisco, Toronto, Chicago y Barcelona, habiéndose estrenado en el War Memorial de San Franciso, inaugurando la actual temporada de ópera. Como escribe el propio Kevin Newbury en el programa de mano, la producción recoge los estudios llevados a cabo por el equipo artístico sobre los antiguos druidas, dando importancia a los sacrificios, el fuego y la presencia de toros en la escenografía. Esta última (David Korins) ofrece un espacio único para los dos actos, con un gran portalón, que separa el mundo exterior del interior, que se supone que representa el templo, aunque lo mismo podría ser un gran almacén. Tras los profundos estudios sobre los druidas, el vestuario (Jessica Jahn) es por demás confuso, respondiendo a épocas no lejanas en las mujeres, mientras que los hombres parecen más próximos a los druidas. La iluminación (D. M. Wood) no sale de la rutina.
Más allá de las investigaciones históricas, la producción hace agua por la pura dirección escénica, que resulta decepcionante. La dirección de actores es muy escasa y la de masas no existe. Un detalle servirá para poner en evidencia la falta de dirección. Cuando Norma confiesa que es ella la perjura sacerdotisa, en el escenario están el coro y los solistas. Pues bien, únicamente Pollione puso cara de sorpresa. Todos los demás parecía como si oyeran llover. El único mérito de la producción es el de no molestar, lo que no es mucho, verdaderamente. La supuesta dirección escénica la ha llevado adelante en Barcelona R. B. Schlather.
Renato Palumbo es uno de esos maestros que son una auténtica garantía en un foso, además de estar siempre pendiente de los cantantes, a los que apoya permanentemente y nunca los cubre con el sonido de la orquesta. Esto es muy importante en el belcantismo y él sabe perfectamente cuál es su cometido en óperas como Norma. Aparte de estos méritos, tengo que decir que los tiempos que nos ofreció Renato Palumbo fueron excesivamente lentos y hasta lánguidos en algunos momentos. La ralentización de los tiempos no es un pecado en sí mismo, pero hace falta ser un Lorin Maazel para combinarlos con una gran profundización dramática. En este sentido hay que decir que Renato Palumbo no es Lorin Maazel. Tengo la impresión de que, en su afán de apoyar a los cantantes, Palumbo ha decido que lo tiempos no sean los suyos, sino los que la intérprete de Norma decidió.
Unos pocos datos ponen en evidencia lo que digo. En las representaciones de Norma que he podido ver en directo, ninguna ha durado musicalmente más de 2 horas y 32 minutos. Sin embargo, las de Sondra Radvanovsky han sido superiores, siendo la que nos ocupa la que ha tenido una mayor duración. Apostaría a que esta noche asistimos a una Norma más rápida, al no estar la Radvanovsky en escena. La Orquesta Sinfónica del Liceu me ha parecido que va sonando mejor que en los últimos tiempos, mientras que el Coro del Liceu me ha dado la impresión contraria.
Sondra Radvanovsky
Norma era la soprano americana Sondra Radvanovsky y hay que decir que la suya fue una interpretación muy convincente de la sacerdotisa druida, además de brillante en términos vocales. No se me ocurre hoy una soprano que, teniendo una voz de auténtica spinto, sea capaz de tantas matizaciones vocales y de hacer frente sin problema a las exigencias de agilidades. La americana se ha convertido en la Norma por antonomasia. Lo único que le falta es una mayor vulnerabilidad, que le haga transmitir mayor intensidad emocional al público. La suya es una Norma poderosa siempre, algo corta de emoción. Es curioso que casi a la vez tenemos tres Normas en nuestro país, cuya comparación habría podido ser por demás interesante. Lamentablemente, Angela Meade ha cancelado en Sevilla. Nos queda en unas semanas Mariella Devia en Valencia, cuya Norma será de características diferentes a las de Sondra Radvanovsky.
Cuando se cuenta con un Pollione como Gregory Kunde, hay que decir que el título de la ópera podría ser perfectamente el de Norma y Pollione. El tenor americano está en un momento muy dulce y su presencia en este reparto es un auténtico lujo. Sin duda, se trata del mejor Pollione que yo he podido ver y escuchar en directo en un teatro. Aparte de cantar con seguridad y brillo, nos dedicó toda una serie de variaciones en su escena inicial, que yo nunca las había escuchado, y que fueron por demás brillantes y difíciles. Lamento no poder decir si las mencionadas variaciones llevaban su firma. En cualquier caso, su interpretación fue un auténtico deleite.
La mezzo soprano rusa Ekaterina Gubanova fue una muy solvente Adalgisa en términos vocales. Hasta podría decir que intachable, aunque su voz es un tanto impersonal y es de las cantantes cuyo recuerdo desaparece pronto de la memoria del espectador.
Ekaterina Gubanova y Gregory Kunde
El bajo americano Raymond Aceto cumplió bien como Oroveso, aunque prefiero una voz más rotunda en el personaje.
Los personajes secundarios estuvieron bien cubiertos por Francisco Vas (Flavio) y Ana
Puche (Clotilde).
El Liceu ofrecía una entrada que puede considerarse como de un lleno práctico. El público aplaudió con fuerza durante la representación y en los saludos finales, especialmente a Sondra Radvanovsky, visiblemente emocionada. Hubo también sonoros y merecidos bravos para Gregory Kunde.
La representación comenzó con 5 minutos de retraso, cosa verdaderamente extraña en este teatro. La duración total del espectáculo fue de 3 horas y 17 minutos, incluyendo un intermedio. Duración puramente musical de 2 horas y 43 minuto. Sorprende que las duraciones anunciadas para los dos actos en el programa de mano fueran ampliamente superadas en nada menos que 19 minutos. Siete minuto de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 268 euros, costando la butaca de platea 187 euros. La entrada más barata con visibilidad plena costaba 39 euros. Por si a alguien le interesa, les diré que en el Liceu se agotan mucho antes las localidades baratas que las caras. José M. Irurzun
Segundo Reparto
NORMA (V. BELLINI)
Gran Teatre del Liceu de Barcelona. 9 Febrero 2015.
Esta crítica se refiere al segundo de los repartos programados, que ofrecía como mayor punto de interés el debut en el personaje de Norma por parte de la soprano americana Tamara Wilson. El resultado de la representación ha sido positivo, con un buen reparto vocal, aunque no llegara a la altura del visto el día anterior.
Nada hay que añadir a lo escrito sobre la producción de Kevin Newbury. En todo caso, diré que la iluminación de D.M. Wood me ha gustado más que el día precedente. No es que haya mejorado, sino que he prestado más atención.
La dirección de Renato Palumbo ha seguido incidiendo en tiempos muy lentos. Yo estaba convencido de que sin Radvanovsky el maestro italiano ofrecería tiempos más vivos, pero no ha sido así. Apenas 3 minutos más breve que en el primer reparto. En cuanto a control y apoyo a los cantantes, Renato Palumbo sigue siendo un auténtico ejemplo.
Como digo más arriba, la soprano americana Tamara Wilson debutaba en el personaje de Norma y el resultado ha sido francamente bueno. No es lógico compararla con Sondra Radvanovsky, ya que ni por medios vocales, ni por carrera ni por experiencia en el personaje son comparables. En cualquier caso, es una Norma que puede pasearse por los mejor teatros de ópera. La voz no es excepcional, pero tiene amplitud suficiente, sabiendo atender a los matices y agilidades, aunque no sean excepcionales en este último aspecto. El único punto débil de Tamara Wilson reside en unas pocas notas altas algo descontroladas.
El tenor italiano Andrea Carè cubrió la parte Pollione y su actuación tuvo dos partes muy distintas. Toda la primera escena fue una serie de sonidos comprometidos, en la que los nervios estaban a flor de piel. Tanto en Meco all’altar di Venere como en Me protegge, me difende el italiano dejó mucho que desear. A partir del dúo con Adalgisa las cosas mejoraron. La voz es atractiva, aunque hay signos de engolamiento en más de una ocasión. Tampoco es un dechado de virtudes en su expresividad o en su presencia escénica.
Andrea Carè y Annalisa Stroppa
Annalisa Stroppa me resultó una muy interesante Adalgisa. La voz tiene calidad y homogeneidad y está muy bien manejada. Para un teatro como el Liceu su tamaño es un tanto reducido. En este sentido sale ganando su colega Ekaterina Gubanova en el primer reparto, pero me quedo con la italiana en cuanto a intención y musicalidad.
Si Raymond Aceto me resultó el día anterior un Oroveso un tanto corto de amplitud vocal, más de lo mismo se puede aplicar a Simón Orfila, aunque lo hizo bien..
Repitieron sus buenas actuaciones Francisco Vas (Flavio) y Ana Puche (Clotilde)
El Liceu ofrecía una entrada entre el 90 y el 95 % De su aforo. El público se mostró muy complacido con el resultado de la representación, dedicando un triunfo merecido a Tamara Wilson, siendo muy aplaudida también Annalisa Stroppa.
La representación comenzó puntualmente y tuvo una duración total de 3 horas y 14 minutos, incluyendo un intermedio. Duración musical de 2 horas y 40 minutos. Siete minutos de aplausos.
El precio de la localidad más cara era de 199 euros, costando 139 euros la butaca de platea. La localidad mas barata con visibilidad plena era de 30 euros. José M. Irurzun
Últimos comentarios