Nosferatu o cuando el terror no caduca
Nosferatu o cuando el terror no caduca
Obra de José María Sánchez-Verdú. Orquesta y Coro Nacionales de España. Dirección musical: Nacho de Paz. Ciclo Música y Cine. Auditorio Nacional, Sala Sinfónica, Madrid. 28-X-2017.
Las proyecciones de cine con música en directo siempre le han salido a cuenta a la OCNE, no tanto por los habituales llenos sino por el cambio de público que connotan. En este caso no nos encontramos ante un blockbuster reciente: se proyectaba la casi centenaria Nosferatu, una sinfonía del horror, restaurada hace una década y acompañada de la música que compusiera quince años atrás José María Sánchez-Verdú. Y la experiencia no pudo ser más completa.
El cine de miedo por lo general, aun el que se ciñe a los presupuestos del expresionismo alemán, envejece con dificultad a cuenta del cambio de código visual y unas necesidades actorales vinculadas al cine mudo hoy poco creíbles. Eso no rebaja un ápice su valor pero se disfrutan, a pesar de lo revolucionario de su téncina, desde otra perspectiva (el don de la sorpresa para un espectador actual está muy caro). Deleitan, más que asustan.
La partitura de Sánchez-Verdú no ha perdido interés en estos quince años: sigue siendo asombrosa. Corriendo en paralelo con el metraje, tiene la virtud de encajar en el discurso y hacerlo estrictamente contemporáneo, volviendo a estremecer al espectador con la primera aparición de Nosferatu, o en su entrada en la habitación de Hutter. La música acierta a no correr siempre en paralelo con la imagen, y en ocasiones lo que suena alude a algo más oscuro y profundo que lo que está pasando en pantalla. Nosferatu tiene toques sinestésicos que se perciben de manera muy integrada, asociando notas a colores o instrumentos a acciones concretas. Se trabaja lo atmosférico sin por ello convertirse en una partitura ambiental y el ritmo, o en general todo lo percutido, se transmuta en metáfora de otra cosa (el destino, la soledad, el pánico…).
Nacho de Paz supo ser artífice sin protagonismos, ajustando no la música a la imagen sino la sensación musical a la visión cinematográfica. Es, tal vez, la única manera de retratar con solvencia la angustia o lo zozobra. La OCNE estuvo implicada en cada plano, sin asomo de aburrimiento, destacando un coro femenino de música casi incorpórea. Decía Gerardo Diego apenas tres años antes de que se grabara Nosferatu que la imagen (da igual la poética que la musical), no es una prosa disfrazada sino que tiene finalidad en sí misma, es independiente para que cada uno ponga su letra interior. Ese es, quizás, el gran hallazgo de la música de Sánchez-Verdú: se vincula a la imagen pero está lista para ser poblada de nuestros propios miedos. Y es que el terror no caduca… Mario Muñoz Carrasco
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