Notable Werther en Bilbao
WERTHER (J. MASSENET) Palacio Euskalduna de Bilbao. 17 Enero 2015.
Son casi dos meses los que llevo sin ver ópera y, por tanto, sin escribir críticas. La razón no ha sido otra que la necesidad de pasar por el quirófano con mi deteriorada rodilla. Quiero agradecer muy sinceramente a todos cuantos en este tiempo os habéis interesado por mi recuperación. Si todo va bien, espero que pronto pueda estar en disposición de reemprender mi vida nómada anterior.
Escena.
ABAO ha programado para este arranque del nuevo año unas representaciones de Werther, que suponían de antemano el mayor interés de la temporada, tanto por el reparto anunciado como por la presencia en el foso del Euskalduna de un gran maestro, de los que no estamos acostumbrados a ver en nuestras temporadas de ópera. El resultado de la representación ha sido notable, con una matizada dirección musical, un reparto vocal destacado en los personajes principales, y una atractiva producción escénica, de las que hoy no se llevan.
La producción lleva la firma de David Alagna (hermano del tenorísimo) y fue estrenada en el Teatro Regio de Turín. Tuve oportunidad de verla en Sevilla en el año 2008. Es evidente que la producción es un paquete cerrado decidido por Roberto Alagna, el mayor de los hermanos. Estamos ante una producción de las que no se estilan hoy en día y que imagino que ha resultado bastante cara, ya que presenta cuatro escenografías totalmente distintas, lo que tiene el inconveniente de exigir dos descansos y obliga a hacer una parada entre los actos tercero y cuarto, lo que rompe con la tensión dramática de la obra. Lo que se gana en atractivo estético se pierde en tensión dramática.
Hay cambios respecto de lo visto en Sevilla, ya que entonces el preludio se hacía a escena abierta, con la muerte de Werther y la aparición de Albert, que recogía las pistolas, mientras Charlotte abandonaba la casa. En Bilbao el mencionado preludio se hace con el telón bajado. El primer acto ofrece la fachada de una casa de campo con una gran escalera exterior que lleva a la terraza, y la presencia de un coche de caballos, en el que salen y regresan Werther y Charlotte. El segundo acto ofrece al fondo el lateral de una gran iglesia, por donde pasan los asistentes a la misa. El tercero tiene lugar en una sala de la casa de Charlotte, dominada por tonos rojos, que ofrecen un fuerte contraste con el atuendo blanco con el que aparece Werther, mientras que la casa de éste ofrece una gran biblioteca y un enorme ventanal con la nieve cayendo. Escenografía pesada, pero muy bien hecha de David Alagna, que en sus orígenes se anunciaba como obra de los hermanos David y Federico Alagna. La producción es fiel al libreto en todo momento, ofreciendo un atractivo vestuario de Louis Desiré. Buena iluminación de Aldo Solbiati, cuyo mayor problema, seguramente atribuible a su jefe, radica en oscurecer la escena en los momentos más intimistas. La dirección escénica me ha parecido respetuosa con el libreto, llena de detalles que ayudan a una mejor comprensión del argumento, pero un tanto insuficiente en momentos claves. En resumen, es una producción muy del gusto de un público tradicional y el de Bilbao lo es.
Si hay algún director que se puede identificar con Werther en los últimos 40 años, éste es, sin duda, el francés Michel Plasson. Bueno será recordar que dos de las más exitosas grabaciones discográficas (las de Kraus y Kaufmann) han tenido como responsable musical al director francés. Todavía habría que añadir que la grabación de la versión para barítono (la de Thomas Hampson) también tuvo a Michel Plasson a la batuta. Basten estos datos para dejar en claro que estamos ante una auténtica autoridad en Werther, tratándose de un director de los que rara vez (si es que alguna) tenemos la oportunidad de ver en las óperas de ABAO.
La dirección de Michel Plasson fue lo que puede esperarse de tan prestigioso maestro. Una lectura muy cuidada, llena de matices, alejada de excesos dramáticos, muy pendiente del escenario y siempre al servicio de los cantantes. Muchas veces me he quejado de directores que castigan a las voces por su exceso de volumen orquestal. Nada de esto es aplicable a Michel Plasson, que supo modular el sonido que salía del foso sin molestar nunca a los cantantes. La Bilbao Orkestra Sinfonikoa tuvo una de las mejores actuaciones que le recuerdo en foso, si es que no ha sido su mejor actuación en absoluto. Indudablemente, también ellos supieron responder a una batuta de calidad. No creo que nos queden muchas oportunidades de volver a disfrutar de Michel Plasson, ya que su avanzada edad (81) hace pensar que su retirada está muy próxima.
El protagonista era Roberto Alagna, que hacía su debut en ABAO, pero no en Bilbao, ya que en los años 90 cantó I Pagliacci en el Teatro Arriaga. Por cierto, con poco éxito entonces. La actuación de Roberto Alagna ha sido convincente y brillante en momentos. Estamos ante uno de los mejores intérpretes de la actualidad y lo ha demostrado. Me resultó más convincente y emocionante en los dos últimos actos que en los dos primeros, en los que vocalmente no hubo problemas, pero su interpretación se me hizo un tanto superficial, corta de emoción. Quiero llamar la atención a un detalle de interés. En Sevilla, donde no cantó Alagna, pero sí dirigió Plasson, el maestro no paró la orquesta tras el Pourquoi me reveiller. Aquí si lo ha hecho con buen criterio y el público dedicó una larga ovación a Alagna. Charlotte fue interpretada por la mezzo soprano rusa Elena Zhidkova, que, si no me equivoco, debutaba en el personaje. Su actuación me resultó intachable vocalmente, pero la encontré menos desenvuelta escénicamente que lo me esperaba, ya que ella es una excelente intérprete. Tengo la impresión de que en manos de otro director de escena la labor de Elena Zhidokova puede mejorar notablemente en términos escénicos.
Elena Zhidkova y Roberto Alagna
Manuel Lanza cumplió bien en la parte de Albert, confirmando que su recuperación vocal es un hecho. Hace dos meses me dejó una favorable impresión cantando Sharpless y la impresión se repite ahora. Recuperar a este otrora excelente barítono es una buena noticia.
Elena de la Merced me decepcionó en la parte de Sophie. La voz es excesivamente reducida para un espacio como el Euskalduna. Todo lo que no fueran notas altas resultaban prácticamente inaudibles.
Stefano Palatchi resultó un adecuado Bailli, con la voz menos fatigada que en ocasiones anteriores. Buena actuación del siempre a punto Jon Plazalola en el personaje de Schmidt. Fernando Latorre fue un Johann sonoro y basto.
El Euskalduna ofrecía una entrada algo superior al 90 % de su aforo, estando los huecos más evidentes en las llamadas entradas baratas. El público se mostró muy complacido en los saludos finales, con sonoros bravos dedicados a Roberto Alagna y Michel Plasson. La representación comenzó con 4 minutos de retraso y tuvo una duración de 3 horas y 7 minutos, incluyendo dos intermedios y una parada entre los actos III y IV. Duración musical de 2 horas y 5 minutos. Demasiadas paradas y demasiado largas. Como diría el castizo: demasiado tomate para un par de huevos. Ocho minutos de aplausos, que son mucho más de lo normal en Bilbao, aunque hay que decir que la duración de los saludos finales tuvo que ver con la tozudez en no querer bajar el telón. Al final, fue Michel Plasson quien se retiró con gestos evidentes de pedir que el telón se bajara. El precio de la localidad más cara era de 214 euros, siendo el precio de la más barata (¿) de 89 euros. Cuando en un teatro sobran las entradas más baratas, o el precio es excesivo o no hay verdadera afición. Decidan ustedes. José M. Irurzun
Últimos comentarios