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Por Publicado el: 06/07/2009Categorías: En la prensa

Noticias en Cultura (Editorial de Scherzo junio 2009)

La llegada de la nueva Ministra de Cultura ha propiciado —
como era de esperar— un cambio de titular en el INAEM. Y
con ello el cierre de una etapa que comenzó con la abundancia
—ideas y, al parecer, dinero para llevarlas a cabo— y concluyó
en la confusión. La capacidad de gestión de Juan Carlos Marset
era una evidencia, como su valentía para afrontar cualquier
situación, y con esas armas se lanzó a una idea de cambio que
necesitaba unos tiempos y unos modos. Luego, precisamente las
prisas por darle la vuelta a todo acabarían por ser también marcas
de su paso por la casa. Los frentes que se encuentra abiertos el
nuevo director general, Félix Palomero, no son pocos. Ahí están los
casi de toda la vida, como la organización definitiva del INAEM o
la Ley de la Música. Y otros más recientes, como la gestión del
Auditorio Nacional o del nuevo Centro de las Artes Escénicas y
Músicas Históricas de León. Añadamos a ellos esos otros con los
que no se contaba, y menos planteados como los hizo el anterior
equipo ministerial. Por ejemplo, los posibles ceses de los directores
de las distintas unidades —Ballet Nacional, Teatro de la Zarzuela,
ONE, etc. y sobre los que planea la muy dudosa utilidad del llamado
Código de Buenas Prácticas —o el tan utópico como muy discutible
proyecto de la Ciudad de las Artes Escénicas y de la Música
previsto, al parecer, con sede en una ciudad de los alrededores de
Madrid con habitantes suficientes como para tener su propia actividad
cultural. Sumemos a ello la necesidad de rematar una adecuada
política de subvenciones y de mantener el apoyo a la grabación
de música contemporánea española, un aspecto en el que
Juan Carlos Marset demostró una tenacidad coronada sin duda
por el acierto. Todo está plasmado en un amplísimo proyecto de
realizaciones a corto y medio plazo que el propio Marset presentó
en su día sin el aval imprescindible de un presupuesto detallado,
lo que lo convertía más en una declaración de intenciones
política que en una posibilidad seriamente fundada. Daba la sensación
de que, parafraseando un título del poeta Jenaro Taléns, el
vuelo excedía el ala.
Félix Palomero conoce muy bien la Administración y ha sido un
gestor musical de aquilatada seriedad, por lo que su nombramiento
es una excelente noticia. Su labor, en todo caso, debería llegar, por
el bien de todos, en el contexto de un cambio de actitud general
en el Ministerio en lo que toca a algo que parece concitar una cierta
unanimidad como es el exceso de politización de nuestra vida
cultural, visible en actitudes personales de sus responsables y que
decisiones como la articulación del citado Código de Buenas Prácticas
no han conseguido —a pesar de las explicaciones dadas—
desmentir. Desde estas páginas hemos sido críticos con el equipo
saliente y escépticos ante lo que en otros medios se entendió en su
inicio como poco menos que una gozosa revolución. La cultura
pertenece a la sociedad y el encargo de los políticos es ofrecerla en
las mejores condiciones, distinguiendo muy bien entre lo esencial y
lo accesorio y aplicando la necesaria dosis de sentido común. Para
ello hay que llegar también a un consenso sobre lo que no debe
depender de las contingencias electorales sino ir desarrollándose
no ya a pesar de sino independientemente de ellas. Hará falta imaginación
por parte de algunos y lucidez por la de todos. Son los
deseos de siempre pero esta vez parece que el cambio —y la dosis
de buen sentido que en principio conlleva— ha de ser para bien.
Que así sea.

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