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Por Publicado el: 16/10/2015Categorías: Crítica

Nott con Bamberg: los difíciles equilibrios

LOS DIFÍCILES EQUILIBRIOS                        

            Obras de Mozart y Beethoven. Orquesta Sinfónica de Bamberg. Christian Blackshaw, piano. Director: Jonathan Nott. Auditorio Nacional. 15-10-2015. La Filarmónica.

Jonathan Nott dirigiert die Bamberger Symphoniker am Dienstag (18.10.2011) während einer Probe in der Konzerthalle Bamberg (Oberfranken). Am 20. Oktober steht Chefdirigent Nott zum 500. Mal am Pult der Bamberger Symphoniker. Beim Jubiläumskonzert spielt das Orchester die 7. Symphonie von Franz Schubert und die 4. Symphonie von Gustav Mahler. Foto: David Ebener dpa/lby (zu dpa-lby "Bamberger Symphoniker: Chefdirigent feiert Jubiläum" vom 18.10.2011) +++(c) dpa - Bildfunk+++

            La sala sinfónica del Auditorio madrileño estaba llena de un público que aplaudió con calor y que incluso obtuvo al final un bis, la obertura de “Las bodas de Fígaro” de Mozart, interpretada de forma fulgurante por Nott y sus magníficas huestes, aunque ayuna del verbo consustancial a la composición, que pide una interpretación menos musculada. Nott no lo vio así, y eso que es director hábil, elástico, de gesto elegante y modelador, de activa mano izquierda, atento a todas las voces. No acertó a combinarlas, sin embargo, después de una exposición pausada, ordenada, con bien diferenciadas dinámicas, de tensión medida, en el victorioso Allegro conclusivo de “Egmont”, poco clarificado, con una cuerda aplastada por un timbal y unos vientos, entre los cuales, no obstante, no se escuchó el punzante y colorista flautín de los últimos compases.

            Reencontramos al mejor Beethoven en una “Pastoral” finamente delineada, de texturas claras, de suaves contornos en el primer movimiento, con una magistral sección de desarrollo, rematada por un “crescendo” sensacional. Adecuado balanceo el de ese tan peligroso compás de 12/8 del Andante, que sonó fluido y ligado, y vértigo controlado el de las animadas danzas campesinas del primer Allegro del tríptico final. Criticable, sin embargo, el ímpetu desbordado y poco matizado de le Tempestad, que alcanzó su cenit demasiado pronto. El fortísimo no comienza realmente hasta que intervienen los (dos) trombones. Las aguas volvieron a su cauce en el Allegretto, muy bien acentuado.

El pianista inglés Blackshaw (1948), severo como un obispo anglicano, mostró en el “Concierto nº 20” de Mozart excelente digitación, fraseo noble y depurado, sonido bien trabajado y una  delicadeza admirable, siempre a media voz y con muy restrictivo y loable uso del pedal. Pero esta obra, de tan dramáticos entresijos, requiere menos manierismo y algo más de emoción, de amplitud, de contrastes expresivos, de sangre. Versión muy correcta, camerística y refinada, a la que la orquesta se acopló de manera irregular. El Chopin ofrecido como bis siguió los mismos derroteros. Arturo Reverter                                                                                             

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