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Por Publicado el: 13/01/2015Categorías: Crítica

Nott en Ibermúsica: el drama estuvo ausente

EL DRAMA ESTUVO AUSENTE

Obras de Beethoven, Wagner, Haydn y Dvorák. Solistas: Bart de Vandebogaerde, violín, Ulrich Witteler, chelo, David Kadouch, piano; Micahela Kaune, soprano, Andreas Schager, tenor, Mikhail Petrenko, bajo. Orquesta Sinfónica de Bamberg. Director: Jonathan Nott. Audiorio Nacional, Madrid. 10 y 11 de enero de 2015. Temporada de Ibermúsica.

Bamberg y Nott han constituido una entente muy sólida en la que a la oscura y empastada sonoridad de la formación se une al criterio musical y la técnica elástica de la batuta. Sobre esas bases se construyó una “Sinfonía nº 87” de Haydn, algo falta de impulso, pero cuidadosamente planificada, en donde destacó la labor del flautista Ulrich Biersack y el oboísta Ivan Podymov.

Ritmo férreo pero inteligentemente acentuado, vigor y conjunción general fueron las bases de la muy solvente interpretación de la tan bella y paisajística “Sinfonía nº 8” de Dvorák, en la que faltó algo de clarificación en algunos “tutti”. No encontramos fácilmente el sabor de la naturaleza primigenia, el toque bohemio encendido. No fue de recibo la recreación del “Triple Concierto” de Beethoven, donde el bello espectro sonoro y la labor de las maderas quedaron oscurecidos por la deficiente prestación de los solistas, primeros atriles de la agrupación los dos de cuerda. El sonido fresco y límpido del piano no pudo compensar la relativa afinación del  chelo, de timbre agradable, y sobre todo la fragilidad, inseguridad y escasa presencia del violín.

En el primer acto de “La walkiria” lo mejor fue la orquesta, que mostró variedad de acentos y de colores y se atemperó a las voces. Ya desde el comienzo, con esa agitación, con esa crepitación de la cuerda y la sonora explosión de los metales. Lástima que a Michaela Kaune parezca quedarle tan distante la parte de Sieglinde. Canta bien, con gusto, matiza, pero expresa más bien poco y sin calor. El sonido es un poco mate y los agudos no prosperan adecuadamente. Todo lo contrario que los de Andreas Schager, que canta sin trucos, a pecho descubierto. Eso sí, es un intérprete plano y gritón, no sabe combinar el piano con el “forte”. El timbre no es nada atractivo y empieza a tener, a pesar de su juventud, un vibrato excesivo. Petrenko fue un irrelevante Hunding, tan vulgar como acostumbra, con timbre opaco y emisión engolada. El drama estuvo ausente. Arturo Reverter

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