Obituario: Grace Bumbry, por Arturo Reverter
Artista plúrima
En la muerte de Grace Bumbry a los 88 años hay que recordar, bien que brevemente, la importancia de una figura como la suya, que en pleno siglo XX, mucho después de la segunda guerra mundial, reunía los atributos de las mejores sopranos y mezzosopranos dramáticas. Voces singulares, únicas en muchos aspectos, que podían abordar tanto partes de una cuerda como de la otra sin especial desdoro. En la línea de históricas cantantes como Edith Walker o Ernestine Schumann-Heink, por citar solo dos nombres. Emparentada con una contemporánea, también estadounidense y también negra: Shirley Verrett.
La voz de Bumbry era de tinte oscuro, ancha, sólida, extensa, de apoyo muy natural en graves, de centro amplio y espeso, de agudo fulgurante y sonoro. Poseía una rara habilidad para apianar y filar, para cantar a media voz y para abordar la zona aguda sin pestañear, apoyada en una técnica soberana, la adquirida, y más tarde evolucionada, con maestros hoy innominados pero solventes de las Universidades de Boston (ella había nacido en St. Louis en 1937) y de Santa Bárbara. Sin embargo, sus principales maestros, de los que aprendió cómo emitir, cómo decir y frasear, como manejar el sonido, fueron le eximia Lotte Lehmann en su país y Pierre Bernac en París.
Enseguida, tras unas primeras audiciones en el Met, se la empezó a tener en cuenta. Era joven, estilizada, cimbreante, de rasgos exóticos, de anchurosa sonrisa, elegante y, ya, magnífica actriz. Su debut en la Ópera de París en 1960 como Amneris en Aida fue un primer espaldarazo. Siguieron de inmediato actuaciones en Basilea, Covent Garden, Chicago… y Bayreuth. Aquí, en 1961, cantó la Venus de Tannhäuser, papel que le iba como anillo al dedo, ya que reunía la amplitud y carnosidad de una mezzo y el fulgurante acceso a la zona alta, tan exigente en esta parte wagneriana, propio de una soprano de fuste.
En esa época fue también una ejemplar Adalgisa, una Eboli de excepción o una Amneris de rompe y rasga. Pero muy pronto, gracias a sus cualidades, verdaderamente raras, se empezó a imponer como soprano. En el Covent Garden hizo su primera Tosca en 1973. Aunque antes había debutado Salzburgo como Lady Macbeth en 1964. En otros Teatros había cantado ya Gioconda, Leonora de Trovador y de Forza del destino. Una senda la suya verdaderamente insólita y ejemplar. No es fácil alternar partes de soprano y de mezzo en una carrera continua, sin descanso, y mantenerse en el machito durante tantos decenios.
Dalila, Carmen, Fricka, Santuzza, Ariane (de Dukas), papeles de mezzo, se daban la mano año tras año con Abigaille, Medea o Turandot sin que la voz se resquebrajase o sufriera de manera apreciable. En Madrid pudimos escucharla, que recordemos y sepamos, una sola vez: Teatro de la Zarzuela, 26 de abril de 1976, como Eboli, en una histórica representación en la que Boris Christof, como Felipe, nos dejó con la boca abierta. La impresión de la por entonces fogosa Grace fue asimismo muy intensa: aquella voz penumbrosa corría por la sala impulsada por un temperamento volcánico. Una Eboli de cuidado. La carrera fue larga. Todavía cantaba en 2001, año en el que dio un recital en el Wigmore Hall de Londres, aunque su última aparición en escena había sido en la Elektra de Richard Strauss como Klytaemnestra. Lyon, 1997.
La actividad discográfica de Bumbry fue notable. Entre otras grabaciones recordamos, en calidad de mezzo, Carmen con Karajan y Frühbeck, Aida con Mehta y Leinsdorf,Eboli con Solti, Venus con Sawallisch… Como soprano en Nabucco y Macbeth de Verdi y el El Cid de Massenet. Arturo Reverter
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