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Ensueño en el Auditorio
Griselda en Valladolid
Por Publicado el: 29/10/2005Categorías: Crítica

OCNE: Bajo control

Apertura de temporada en la OCNE
Bajo control
“War Réquiem” de Britten. C.Goerke, P.Langridge, A.Domen. Orquesta y Coro Nacionales de España y Escolanía Nuestra Señora del Recuerdo. J.Pons, director. Auditorio Nacional. Madrid, 28 de octubre
Empezó su temporada la OCNE tras la que se ha escrito exitosa gira por México (Monterrey, México DF y Guajuanato). Es la tercera de Josep Pons y la primera de la recién nombrada titular del coro Mireia Barrera. Temporada marcada en la programación por la idea del mito y sus relaciones con la música y en lo organizativo por media docena de jubilaciones y una docena de nuevas incorporaciones. Sin embargo las espadas siguen en alto y los profesores aún esperan que se cumpla lo pactado por el INAEM con Pons cuando éste asumió la titularidad.
Con el “War Réquiem” Britten intentó cicatrizar musicalmente las heridas originadas por la Segunda Guerra Mundial, enfocándola más hacia una reparación para los difuntos que a un consuelo para los supervivientes. Pacifista profeso, también dedicó a éste tema su “Sinfonía de Réquiem”, “Owen Wingrave” y “Children’s Crusade”, aunque el “War Réquiem” sea sin duda no sólo la más importante de ella sino una de las más alabadas y exitosas en la historia de la música, tras su clamoroso estreno en 1962. Quizá entonces se sobrevalorasen los méritos estrictamente musicales de la partitura, considerada por algunos como la mejor en su género. Britten supo “idear y planificar” este alegato pacifista con gran inteligencia, añadiendo a los textos latinos tradicionales poemas de Wilfred Owen, soldado muerto en combate en la I Guerra. Requiere medios amplísimos: una gran orquesta, un numeroso coro mixto, un coro de niños, soprano, tenor y barítono, órgano… y hasta un grupo instrumental, que reflejan tres mundos: el tradicional de difuntos -con soprano, coro y el grueso de la orquesta-, el de las víctimas de la guerra – tenor, barítono y conjunto instrumental- y el del más allá -coro de niños y órgano-.
Josep Pons ordenó con precisión todo este conjunto de elementos y sacó de unos y otros sonidos muy templados. Esa fue su virtud y también su defecto, ya que tanto cuidado perjudicó el extenso rango de expresividad de la obra. Se evitó, quizá exageradamente, toda exageración y baste como ejemplo el coro infantil, compuesto por cuatro veces más voces de las que realmente parecían sonar. Colaboraron bien la soprano Christine Goerke y el barítono Albert Domen, mientras que la lectura del tenor Philip Langridge pecó de plana. Hubo abundantes aplausos, pero también bastantes claros en al sala. Gonzalo ALONSO

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