Temporada de la OCNE

Mozart en el aniversario de la radio

Obras de Liebermann y Mozart. José Sotorres, flauta. Roberta Invernizzi, Maite Beamont, Antonio Poli, José Antonio López. Coro y Orquesta Nacionales de España. Auditorio Nacional. Madrid, 12 de febrero de 2017.

Este domingo José Luis Pérez de Arteaga tenía que haber escrito la crítica de la OCNE y, como casi todos los domingos, haber realizado los comentarios para Radio Clásica en la retransmisión en directo. Ninguna de ambas cosas era ya posible. Otra persona había de estar ante el micrófono para abordar el reto de la complicada suplencia y el lunes se celebraba el día mundial de la radio. Dos razones para no acudir al Auditorio Nacional y, en su lugar, escuchar la retransmisión y escribir la crónica de ella.

Le correspondió a Juan Manuel Viana hacerse cargo de la locución y explicar, hasta que la emoción le quebró la voz, que ya nunca volveremos a escuchar a José Luis los domingos. Se anunció que el concierto se dedicaba a su memoria y el público respondió con el mismo aplauso que cuando se recibe a un gran maestro en el podio. Y empezó el concierto.

En el programa dos obras cuyo contraste es de suponer razón para la inclusión dentro del ciclo “Locuras”. La primera, el “Concierto para flauta Op.39” de Lowell Liebermann, responde a un encargo de James Galway, uno de los grandes flautistas del XX, quien la estrenó en 1992 con la Orquesta de Saint Louis, la misma que nos ha visitado esta pasada semana con Ibermúsica. Partitura que reúne lirismo en sus dos primeros tiempos para concluir rítmicamente en un tercero en el que despliega un gran virtuosismo, muy propio de Galway. No era tarea fácil para José Sotorres, solista de la propia Nacional en la que ingresó con diecisiete años, pero superó la prueba con notable. De hecho se le reclamó una propina que aún entusiasmó más al público por la endiablada técnica que requería.

En la segunda parte la “Misa en do menor, K.427” de Mozart, de la que David Afkham realizó una lectura irreprochable con la orquesta y más discutible en el apartado coral. Faltó empaste al coro y las sopranos no siempre lograron superar con afinación las dificultades que introdujo el compositor en una obra que dejó inconclusa. En cualquier caso Mozart garantizaba el éxito de una jornada que llevaba consigo una despedida y que, por esas cosas del destino, se produjo con una misa. Gonzalo Alonso