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Por Publicado el: 06/10/2014Categorías: Crítica

OCNE:Ande la tarea, que hay que trabajar

Temporada de la OCNE

Ande la tarea, que hay que trabajar

Obras de Beethoven y Falla

Fabiloa Herrera, C.Faus, V.Ombuena, G.Peña, J.M.Ramón, A.García, E.Fernández, V.Coves. Coro y Orquesta Nacionales de España. J.Mena, director. Auditorio Nacional. Madrid, 5 de octubre.

foto © Polícrates

De nuevo las reclamaciones corales llegaron a una entidad musical. EL mismo coro, el de la OCNE, se negaba a cantar el “Requiem” de Verdi con Fabio Luisi el pasado junio e intervinieron sólo doce coristas. No han sido los únicos. En el Real, en la Zarzuela, etc. se han producido hechos similares. No voy a entrar aquí en la razones que puedan existir, porque tiempo habrá de tratar el tema en mi columna semanal de los sábados. El caso es que viernes y sábado se tuvo que ir el público a su casa tras una correcta, pero nada más, “Cuarta sinfonía” beethoveniana. Eso sí, con el dinero de las localidades en el bolsillo. El domingo sí decidieron cantar. No tiene nada de extraño ya que ese día es cuando acuden al concierto los familiares y, ya se sabe, que la familia es sagrada.

Nada más salir los intérpretes se escuchó una voz femenina que gritó “¡Viva el Coro Nacional!” que provocó los aplausos de la familia. A continuación un caballero irrumpió “Viva la cultura pública”. Pues vivan todos, pero también público y contribuyentes. Claro que, lo que nadie podía evitar es que las primeras frases corales, las de los obreros en la fragua, fueran “Ande la tarea, que hay que trabajar”. Sorpresas que depara la vida. Y trabajar es lo que toca cuando se tienen buenos salarios, pocos servicios y, aún en plena crisis, hay unos cuantos coros en la capital en parecida situación. Tampoco el homenaje a Rafael Frühbeck era el mejor momento para reclamaciones.

Juanjo Mena es sin duda uno de los directores de las generaciones jóvenes con mayor talento. Su lectura tuvo nervio y también lirismo, si bien adoleció de un exceso de volumen que acabó sepultando al tenor Vicente Ombuena y obligando a gritar a Nancy Fabiola Herrera. Sólo a Esperanza Fernández, la cantaora, y a Gustavo Peña, la voz de la fragua, se les escucho con total claridad y porque sus acompañamientos orquestales son muy parcos. Se echaron de menos bastantes cosas: en primer lugar al homenajeado pues “La vida breve” era su obra. Se la escuché hasta en Tokyo con conjuntos japoneses, con los que realizó milagros. También a María Orán, una Salud ideal como también lo es hoy día María José Montiel. Y, como no, a Lucero Tena. Por qué negarlo, tales ausencias y las circunstancias acaban por dejar un poso triste tras ese no bien resuelto final de la obra. Gonzalo Alonso

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