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FIESTAS MUSICALES EN CANTABRIA
Música a lo grande con Barenboim
Por Publicado el: 11/07/2014Categorías: Recomendación

Orfeo y Euridice en el Teatro Real: Ópera bailada

 

 

Orphée et Eurydice (saison 2011-2012)

                                                                                                                                                    ÓPERA BAILADA

Este  sábado día 12 cierra su temporada el Teatro Real con una producción muy especial. En primer lugar porque ha sido la última de Gerard Mortier, y no precisamente por deseo de nadie sino por la penosa desaparición física del personaje, desde luego un hombre que se ha ido sin que este teatro le haya pagado de verdad la inmensa deuda que ha contraído con él. Y en segundo término porque se trata de una producción especial en sí misma; una especie de ópera danzada, o, si se quiere de ópera-ballet a una nueva usanza. La de un genio llamado Pina Bausch, coreógrafa y directora de escena, y como Mortier también recientemente fallecida y a similar edad. Resulta, así, especialmente emocionante que una ópera que habla del amor y de la muerte llegue al Real en estas circunstancias, y además de la mano musical de un hombre, Thomas Hengelbrock, que suele atender a las cosas que suceden a su alrededor; esta vez, con toda seguridad habrá de tragar bastante saliva para controlar sus propias emociones. La obra llega interpretada por el grupo de Hengelbrock, los  Balthasar-Neumann (coro y conjunto instrumental y el Ballet de la Ópera Nacional de París, con las voces de Maria Riccarda Wesseling (mezzosoprano) y las sopranos Yun-Jung Choi y  Jaël Azzaretti  como, respectivamente Eurídice y Amor.  Solo va a haber tres funciones, mañana día 12 y el 13 y el 14.

        El libreto original de esta ópera, sobre episodios de Ovidio y Virgilio, asombra por su sencillez, claridad y extrema sobriedad. Se adapta a los pentagramas salidos de la pluma de Gluck como un guante a su mano. Narra una breve parte de la historia de amor entre Orfeo y Eurídice, la más hermosa y a la vez dramática: de cómo al morir ella, Orfeo, trata de recuperarla. En el primer acto solo sucede una cosa: Amor indica a Orfeo cómo puede descender a los infiernos para buscar a su amada. El segundo nos cuenta qué ha de hacer Orfeo para aplacar a las furias con la música que interpreta con su lira, para llegar a los Campos Elíseos, pues allí encontrará al objeto de su búsqueda; solo tendrá que invitarla a acompañarla, pero con una condición de obligado cumplimiento: no mirarla. El tercer acto desencadena la tragedia: en el camino de regreso, Orfeo, provocado por la ansiedad de Eurídice, que cree que su amado no la desea, la mira. Conclusión: la perderá para siempre. Sin embargo, y en acto de benevolencia suprema, Amor acaba compadeciendo a Orfeo, al que premia su  abnegación devolviéndole a su amada.

      Corría el siglo XVII, y desde entonces han sucedido cosas: Pina Bausch, hoy, ignora el premio y  castiga a los dos irremediablemente. ¿Dos siglos y medio será suficiente tiempo para que el conservador aficionado a la ópera acepte esa, por otro lado, merecida condena a unos amantes que con su actitud no muestran sino una actitud caprichosa e inmadura?

      ¿En qué consiste el trabajo de la Bausch? Pues lo que hizo esta gran señora fue, sencillamente, una coreografía utilizando parte de la ópera de Gluck. Porque al condenar al dejar morir a la pareja “tristaniza”  el original, para lo que ha de prescindir de casi toda la escena final del tercer acto y alguna pequeña parte de los anteriores, dejando la obra en cuatro escenas que titula Duelo, Violencia, Paz y Muerte. Su trabajo data de 1975 y participa de las buenas prácticas del mejor ballet-teatro que definieron los primeros años de su compañía, la Tanztheater Wuppertal: la dramatización del movimiento en función directa de la expresión musical. En el caso de este Orfeo y Eurídice Bauschaportó, además, ideas de su propia cosecha, una de las cuales, la aparentemente más obvia, es la de doblar a los personajes principales con bailarines. Esto a veces funciona mal (recuérdese la última producción de la Tetralogía de la Scala milanesa)  y a veces, como aquí, se convierte en gran acierto. Habrá que ver cómo recibe el público la cosa, pues el Real no es la Ópera de París, donde la danza, ya se sabe, tiene bula. Aquí puede que resulte extraño un espectáculo en el que se escuchará a una orquesta y a unos cantantes, desde luego tocando y cantando el noventa y nueve por ciento de la obra original, pero cuya determinante principal va a ser la danza. La de una auténtica grande, sin la menor duda, una Bausch que tomó una decisión importante -y para algunos seguro que discutible- con el idioma: no usa la versión francesa, demasiado baja en calorías, pero tampoco la original en italiano. Utiliza la traducida al alemán (¿). Hay un DVD (sello Bel Air) en el que se puede ver todo. Pedro González Mira

GLUCK: Orfeo y Euridíce. Maria Riccarda Wesseling, Yun-Jung Choi,  Jaël Azzaretti. Coro y conjunto instrumental Balthasar-Neumann. Ballet de la Ópera Nacional de París. Coreografía y dirección de escena: Pina Bausch. Director musical: Thomas Hengelbrock.

 

 

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