Operaciones costosas
Operaciones costosas
Empecemos por retroceder al 31 de diciembre de 1913. Nos hallamos en Barcelona, en plenas Ramblas a horas intempestivas, esperando se cumplan los treinta años con los que Wagner prohibió el estreno de ” Parsifal” fuera de Bayreuth. El Liceo fue uno de los grandes teatros que quiso ofrecer la primicia. Francisco Viñas, catalán de Moyá, encarnó al protagonista. Treinta y ocho años después el Ayuntamiento de Barcelona invitaba a Wieland y Wolfgang, los nietos del compositor, a la exposición “Wagner en el mundo” en el Tinell y cuatro más tarde desembarcaban el coro del Festival Bayreuth y la Orquesta Sinfónica de Bamberg con Eugen Jochum y Joseph Keilberth al frente. Barcelona era un reducto wagneriano. De ahí que no sorprenda que, con vistas al bicentenario de Wagner de 2013, el Liceo haya invitado a los cuerpos estables de Bayreuth para que ofrezcan tres de los títulos que se vieron este verano en la colina sagrada. Sorprende, eso sí, que se gasten 1,3 millones mientras se recorta la temporada oficial y se despide personal. Y, obviamente, tampoco se ha podido aspirar a representaciones escénicas o a contar con Thieleman como batuta. Bastantes entradas a 300€ se han quedado en taquilla.
Madrid no va a la zaga y el Real, con un millón de euros que se reclama a un personal que también sufre despidos, se lanza a celebrar sus 15 años de nueva vida con “Moisés y Aaron”. Si Wagner tiene tradición en Barcelona, lo contrario sucede en Madrid, donde se escuchará la obra por vez primera. Antonio Moral la había programado para la pasada temporada con sus propios cuerpos estables en coproducción con la Ópera de Viena, pero Mortier ha preferido, por coste parecido o superior, dejarlo en dos únicos conciertos, eliminar la escena e importar la amplisima plantilla orquestal y coral que se precisa para que la dirija su querido Cambreling. ¿En qué quedamos, no son estupendos los conjuntos del propio teatro?
En ambos casos se justifica el enorme y discutible coste con el argumento de que será cubierto en gran parte por patrocinadores, pero estos patrocinios bien podrían haber sido inteligentemente desviados a la temporada normal. Yo, como Esperanza Aguirre en el caso Bolinaga, tampoco lo hubiera hecho así. Gonzalo Alonso
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