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Por Publicado el: 18/10/2016Categorías: En vivo

Orfeón, cantidad y calidad

CANTIDAD Y CALIDAD

Orfeon Donostiarra Auditorio

            Fauré: “Requiem op. 48”. Mozart; “Requiem K 626”. Laura Sabatel, Lucía Gómez, Alain Damas, Eneko San Sebastián, solistas. Orfeón Donostiarra, Coro Participativo, Orquesta Filarmonía. Director: José Antonio Sainz Alfaro. Auditorio Nacional, 15 de octubre de 2016.

            Interpretar satisfactoriamente el “Requiem” de Mozart (versión Süssmayr) con un coro de más de 400 personas, aunque setenta de ellas pertenezcan al Orfeón Donostiarra, es casi imposible. Por supuesto que en pasajes dramáticos, más o menos altisonantes y furibundos, como el “Dies Irae”, la cantidad impresiona; y más cuando, como en este caso, el coro participativo, constituido por cantores aficionados –preparado a conciencia en este caso por Marta Pilar Hernando-, pudo seguir con cierto éxito las claras indicaciones de la flexible y elocuente batuta de Sainz Alfaro, titular de la formación donostiarra.

            Pero, y es lógico, en números más delicados como el “Lacrimosa” –escasamente poético en esta ocasión- o el “Hostias”, la afinación, el empaste, las dinámicas se descabalaron no poco y la sonoridad se convirtió pasajeramente en griterío, aunque siempre sin desbocarse desde un punto de vista rítmico, con un “Osanna” muy potable y un “Introito” plausible. Los “fugati” quedaron, como era de esperar, borrosos. En las secciones más delicadas sólo cantó el grupo vasco. Las féminas consiguieron algunos “piani” exquisitos. En todo caso, experiencias como ésta contribuyen no poco a cultivar la afición.

            Previamente, el Orfeón a solas ofreció una pulcra y bien perfilada versión, cuajada de claroscuros y refinadas volutas, del “Requiem” de Fauré. La soprano lírico-ligera Sabatel cantó con gusto y suave toque poético, con alguna que otra irregularidad emisora, el “Pie Jesu”. En sus dos intervenciones el barítono San Sebastián mostró buen metal y prometedoras maneras, pero también dificultades para afinar y para dar forma a una zona alta poco firme. En Mozart intervinieron asimismo, muy discretamente, la mezzo lírica Gómez y el tenor ligero Damas. Una mención especial para el solo de trombón del “Tuba Mirum”, que bordó el maestro Ferrando, componente en esta oportunidad de una orquesta demasiado pequeña para enfrentarse al tremendo contingente coral. Pero la constituyen músicos solventes, la mayoría muy jóvenes, que siguieron fielmente las indicaciones de la mano rectora y lograron momentos encomiables, como la entrada de las violas en el “Ofertorio” o los suave dibujos de la cuerda en el “Agnus”. Arturo Reverter

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