Orfila: “España es una cantera de grandes voces”
El bajo Simón Orfila debuta el Felipe II de Don Carlo en los Teatros del Canal de Madrid
- La zarzuela me interesa muchísimo, pero nunca me llaman para hacerlas.
- La sabiduría del maestro Kraus era increíble
- Ahora me encantaría que llegasen los papeles de Attila y Mefistófeles
Si los consejos de Alfredo Kraus, con quien estudió durante tres años, le han servido de pauta en su carrera, los de su paisano y colega de cuerda Joan Pons han sido definitivos para que el bajo menorquín Simón Orfila, sin haber cumplido los 40, haya afrontado su primer Felipe II, uno de los papeles fetiche para los cantantes de su tesitura. Lo ha hecho en la producción de Don Carlo que el sábado se despide en los Teatros del Canal de Madrid, y que, en un rasgo de valentía, Albert Boadella ha planteado con un reparto íntegramente español, porque, como manifestó en estas mismas páginas “tiene sentido que una ópera en los Teatros del Canal aporte algo personal. En caso contrario, mejor que vaya al Real, que es donde habitualmente se programan las óperas en esta ciudad”. El acierto puede medirse por los reconocimientos del público el día del estreno, con un énfasis especial a Orfila a quien Suso Mariategui, su profesor en la cátedra de Kraus, citaba como bajo divo. No por su actitud, que es abierta y espontánea, sino por los papeles que Fortuna le iba a deparar. El tiempo le ha dado la razón.
P. A medida que se encamina a la cuarentena ¿piensa que la planificación de su carrera está funcionando?
R. Creo que si, porque el personaje de Felipe II y otros similares me los habían ofrecido y siempre me había negado a aceptarlos. Por una cuestión de edad, pero también porque es ahora cuando noto que mi voz está más aposentada, al contar con algunas notas centrales y graves que hace algunos años aun no tenía. Creí que este era el momento de acometerlo: la oportunidad para probarme. Y de hacerlo aprovechando la producción de estos teatros magníficos del Canal, para los que querían únicamente cantantes españoles. Y ahí está.
P. La idea del elenco íntegramente español, que parte de Boadella y de su mano derecha, Jorge Culla ¿Le ha resultado interesante?
R. Muy interesante. En primer lugar, porque, en mi opinión, ha servido para demostrar que tenemos voces de calidad, desde el momento en que pueden afrontar Don Carlo, una de las óperas más difíciles que existen para cada una de las cuerdas. Además, con unos resultados magníficos. No por encontrarme yo entre los elegidos. Estoy hablando ante todo de mis compañeros. A algunos de ellos no los conocía, y ha sido una gran sorpresa coincidir ahora con ellos.
P. ¿Diría que la de Boadella es una iniciativa a imitar?
R. Claro que si. Viví un momento similar cuando en Oviedo hice unas Bodas de Fígaro con un reparto totalmente español. Porque lo cierto es que España es una cantera de grandes voces. Aunque yo no tenga problemas cuando estoy con cantantes extranjeros, algunos magníficos.
P. Lo dice, porque la mitad de su trabajo la desarrolla en grandes teatros de fuera de España.
R. Si. Antes de incorporarme al Don Carlo estuve cantando el papel de Fígaro en unas Bodas de Fígaro en Parma, con un reparto italiano en su totalidad ¡allí el único extranjero era yo!.
P. Para el acercamiento a Felipe II le vendría bien haber cantado el papel del fraile cuando el verano pasado se presentaba en El Escorial esta misma producción.
R. Naturalmente. Pero se da la circunstancia además de que ese fue el papel con el que, cuando tenía 19 años, debuté en la ópera en Palma de Mallorca junto a Ana María Sánchez, Carlos Álvarez, Miguel Ángel Zapater, que era Felipe II, Stefano Palatchi como Inquisidor y Sylvia Corbacho como Éboli, además del tenor Kaludi Kaludov en el papel titula. Un repartazo de primera ¡y yo empezando!. Desde entonces, no había vuelto a cantar el papel del fraile hasta que prepararmos esta producción en El Escorial, asistiendo a todos los ensayos, muy pendiente de lo que decía Boadella respecto a lo que allí pasaba, sabiendo que debía prepararme para debutar el papel ahora.
P. No es la primera vez que procede así para ir asimilando el personaje. A Don Giovanni llegó a través del Leporello, que en unos días volverá a cantar en el Colón bonaerense ¿No le parece descender un peldaño, después de haber sido Don Giovanni?
R. En absoluto, porque me divierto muchísimo cuando canto Leporello. Para empezar, porque en ese papel, al ser un poco más grave, estoy más cómodo. El de Don Giovanni, cuando lo canta un bajo o un bajo-barítono, no un barítono puro, se encuentra con que el dúo de La ci darem la mano y el Deh vieni alla finestra, al estar en el pasaje de la voz, resultan un poco más difíciles. Pero estoy encantado con los dos papeles, porque me encuentro muy cómodo en ambos. Cuando debuté el Don Giovanni, me puse muy contento, pero fue cuando lo hice por segunda vez cuando lo disfruté realmente. Por otra parte, lo cierto es que Leporello tiene siempre más éxito, porque le cae mejor al público. Digamos que es un papel más bombón (sonríe). Y no tengo que decir que esta vez, estar junto a Erwin Schrott como Don Giovanni en el Teatro Colón de Buenos Aires, será un placer para mí.
P. En cierta ocasión se publicaba un paralelismo entre su carrera y la de un Don Giovanni de cine como Ruggero Raimondi ¿sería un buen modelo para usted?.
R. Raimondi me parece increíble. Es uno de mis grandes ídolos. No sólo como cantante, sino también como artista. He tenido la ocasión, aparte de conocerle, de verle actuar y tiene algo que impresiona. Por eso es un grande. Pero también soy un fan de toda la vida de Samuel Ramey con quien estoy coincidiendo a la hora de elegir personajes. Para mí Ramey es el rey de los papeles de bajo de Rossini, otro de mis compositores referenciales.
P. Como prueba de satisfacción de la aventura de estos días ¿Incluirá Felipe II en cartera?
R. Si. Por ahora lo dejaré descansar, porque justo después del Leporello en Buenos Aires, tengo Capuletti ed Montecchi en el Liceu, sigo Con Escamillo, Anna Bolena… Es decir, que regreso al que ha sido mi repertorio habitual hasta ahora. Pero en un futuro, si vuelve a surgir la oportunidad, encantado de la vida volveré a interpretar Felipe II.
P. Se refiere a su repertorio habitual, pero da la impresión de ir dejando en el camino papeles que lo fueron. Como Oroveso, el padre de Norma, caballo de batalla durante un tiempo ¿lo ha abandonado?
R. No. Tanto es así que ha vuelto a reaparecer, y en la próxima temporada lo voy a interpretar en el Teatro Real.
P. Decía que su maestro Kraus le había enseñado a escuchar, a decir y a hacer en el mundo del canto. ¿Dónde vio más acertada su sabiduría?
R. La sabiduría del maestro era increíble. Hablamos de una persona que se cuidaba mucho vocalmente y también en lo relativo a elegir repertorio. Por eso, siguiendo su ejemplo, accedí a hacer este papel precisamente ahora. En este momento de mi vida me quedo de Alfredo Kraus con aquel consejo de saber decidir el repertorio que te conviene y en el momento adecuado de tu voz. Debo decir también que Felipe II he tenido la gran suerte de poder prepararlo con el gran barítono Juan Pons, que es de mi tierra, de Menorca. El, que ha sido un especialista en Verdi, me ha ayudado mucho y sus consejos me han resultado decisivos.
P. Durante sus formación, Suso Mariategui se refería a usted como al bajo divo
R. (Risas..) Si. Eso es verdad. Me acuerdo. Suso era un gran maestro, una gran persona y un gran amigo. Me apreciaba mucho y se preocupaba por mí. También me daba muchos consejos de repertorio. Siempre me alertaba sobre esas propuestas de cantar cosas fuertes que te llegan cuando eres más joven. Me decía: tu vas a cantar mucho Mozart: muchos Fígaros, muchos Leporellos, muchos Don Giovanni … Y terminé haciendo lo que él dijo.
P. ¿Qué echa en falta a día de hoy? ¿ Algún papel? ¿Un teatro como el Metropolitan de Nueva York, donde tanto predicamento alcanzó su paisano Pons?.
R. Es cierto que el MET me falta. Pero hay algo que siempre digo: cuando empecé a estudiar, en alguna ocasión en que fui de viaje a Barcelona, al pasar por el Liceu pensaba ¡Ojalá pudiera cantar aquí un día!. Después, cuando has empezado a despegar, te dices ¡Ójala llegara el momento en que pudiera cantar en la Scala!. O en el Covent Garden, o en París … Y al final he acabado pisando el escenario de todos esos teatros… En cuanto a papeles, soñaba con Felipe II y ha llegado; con Escamillo, y llegó en su momento. Ahora, me encantaría que llegase el de Attila. Y también el turno de Mefistófeles, claro, porque son dos grandes papeles para mi voz.
P. Dos papeles con un sello muy Ramey
R. Puede ser el de Ramey, Raimondi o van Dam, a quien también profeso devoción. En los tres casos son ese tipo de voces de bajo barítono parecidas en tesitura a la mía.
P. En zarzuela apenas se ha pronunciado, exceptuando Marina, para muchos una ópera ¿No le interesa el género como tal?
R. No tiene nada que ver con eso. La zarzuela me interesa muchísimo, pero nunca me llaman para hacerlas.
P. ¿Nadie se ha puesto en contacto con usted desde Madrid?
R. No. Excepto cuando me invitaron para aquella Marina, pero nunca para una zarzuela convencional. Y me encantaría, porque podría cantar La tabernera del puerto, Maruxa, El niño judío… Hay muchos títulos con grandes papeles para bajo y no he tenido ocasión de hacerlos. Me llaman sólo para cantar ópera. Pero no me quejo (risas). Juan Antonio Llorente
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