Orlando en Valencia
Haendel en Valencia
Orlando se divierte en Valencia
“Orlando” de Haendel. B.Mehta, L.Petrova, S.Tro, C.Tilling, C.Senn. F.Negrín, dirección escénica. E.López Banzo, dirección musical. Orquesta de la Comunidad Valenciana. Palau de les Arts. Valencia, 21 de febrero.
Corrían malos tiempos para Haendel cuando, en 1733, estrenó su “Orlando” en Londres, inicio de una trilogía –junto a “Ariodante” y “Alcina”- sobre el tema del “Orlando furioso” de Ariosto. Al cierre de la Real Academia de Música, se unían su precaria situación económica como empresario, la creciente influencia en la corte de sus enemigos y, cómo no, el dominio belcantista del concepto lírico. “Orlando” no mejoró la situación y no sólo pasó sin pena ni gloria, sino que supuso el fin de la colaboración entre el castrato Senesino y Haendel. Al famoso cantante no le gustó la mayor parquedad de medios que introdujo el compositor en su parte, pero Haendel intentó con ello salirse del esquema belcantista imperante a favor de una mayor dramatización. Lo consiguió fundamentalmente en la escena de la locura de Orlando, pero no tanto en el resto de la ópera, cuya acción es muy escasa e incluso los sucesos principales tienen lugar fuera de la propia escena y tan solo son relatados.
Sus tres horas de duración se harían hoy largas de no contarse con unas buenas puesta en escena y dirección musical. Ambas se dan en el Palau de les Arts. Francisco Negrín dota de fantasía al escenario, aunque existen producciones, como la de Munich, más atractivas. También introduce abundante simbología –así las lanzas de caballero renacentista, la oveja y el pesebre en alusión a la morada de la pastora Dorinda, etc- que posiblemente no sean captadas por la mayoría del público. Su concepto se desliza desde la tragedia a lo cómico, lo que da aliento a la obra, y así Zoroastro es más el Don Alfonso del “Cosi” que el Sarastro de la “Flauta” y también Dorinda tiñe de picardía su desesperación amorosa. El logrado trabajo actoral ayuda a imprimir ligereza a la ópera, así como la viva y cuidadísima dirección musical de Eduardo López Banzo, que muestra a una orquesta ecléctica. Bejun Mehta, tan buen cantante como artista, resulta el gran triunfador, sobre todo en el final del segundo acto y en sus páginas de espectacular coloratura. Libov Petrova y, más aún, Camilla Tilling cantan con gusto y musicalidad, aunque sus voces queden poco contrastadas, mientras que Silvia Tro y Christian Senn dan réplica adecuada. Noche de buen barroco en una temporada que presta atención a todo. Gonzalo ALONSO
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