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Pavarotti, la voz era él
Festivales en horas bajas
Por Publicado el: 09/08/2007Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

OTELLO, DE SHAKESPEARE A VERDI, PASANDO POR ROSSINI

OTELLO, DE SHAKESPEARE A VERDI, PASANDO POR ROSSINI

Si los personajes de esta ópera no se hubiesen llamado Otello, Desdemona y Rodrigo, los espectadores que la presencien no se darían cuenta hasta el tercer acto de que se trata, aunque lejanamente, de la tragedia de Shakespeare. Estarían sólo ante una típica historia del género en el momento: la pareja que se quiere y se casa en secreto a causa de la oposición del padre, un intrigante, un duelo, una maldición… Y es que en el libretto de Francesco Berio no quedó mucho del “Otello” shakespeariano. Tanto es así que Byron, que acudió con muy buena disposición a una representación, salió horrorizado del texto, de los cortes en el personaje de Yago, reducido a lo mínimo… y del cambio del pañuelo delatador por una carta de Desdémona que reza “Amor mío, te soy fiel. Aqui tienes una muestra de mi cabello” pero que, sin encabezamiento, el moro cree dirigida a Rodrigo. Y hasta Stendhal pidió que, respetando la música, se introdujese el texto original de Shakespeare. Fue una de las primeras óperas serias italianas con un final trágico, aunque existe una versión alternativa con un final feliz, en el que se revela la verdad antes del asesinato de Desdemona y todos quedan felices.
La distribución vocal masculina es un tanto peculiar y lejana a la verdiana, debido a los cantantes disponibles en la compañía, seis tenores y un bajo, si bien también existe otra versión en la que Otello es una contralto, escrita para la Malibrán. Cosas de la época. Mientras el moro, en ambos casos un tenor-baritonal, ha sido siempre el papel puntero, en Rossini quizá lo es Desdémona, que cantaron Colbran, Pasta, Viardot, Schroeder-Devrient o la citada Malibrán. Sendas Desdémonas cantan al “Sauce”, pero la de Rossini no se presenta en dúo con Otello, sino con Emilia –página que adoró Stendhal- y Otello mantiene no sólo su gran dúo con Yago sino otro con Rodrigo, aquí casi contraltino de agilidad.
Y Rossini tomando prestadas partes de “Sigismondo”, “Torvaldo e Dorliska” y anticipando alguna de “Moisés en Egipto”, por no rebuscar tratando de escuchar el concierto para piano n.21 de Mozart o los mismos aires melódicos que llegarían más tarde a la “Casta diva” belliniana. Verdi en cambio no se tomó nada prestado, sino que dio un paso de gigante en lo que había sido su propio lenguaje hasta el momento.
Ciertamente hay mucho trecho entre ambas obras, pero el “Otello” rossiniano es un magnífico ejemplo de belcanto y una obra digna de escucharse, sobre todo con artistas de la talla de Kunde –Filianoti se cayó del cartel-, Flórez y Merritt. Gonzalo ALONSO

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