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Por Publicado el: 02/07/2017Categorías: Artículos de Gonzalo Alonso

Otello en la historia reciente

Otello en la historia reciente

En la historia de la ópera hay papeles míticos para todas las cuerdas y, por supuesto, para la de tenor, la cuerda reina. Existen roles muy complicados, como el Sigfrido de la tercera jornada del “Anillo” o el Tannhauser, sin embargo, es Otello el que se lleva la palma a la hora de ser aquél en el que prácticamente todos los tenores con cierto peso vocal han querido triunfar.

De ahí la gran expectación en estos últimos años ante el debut del número uno de los tenores actuales: Jonas Kaufmann, lo que se ha producido justo estos días. Bueno es recordar sus mejores representantes en la historia más o menos reciente.

El primer Otello fue Francesco Tamagno. Las crónicas hablan de una voz muy potente, de agudos sólidos, con el peso de un tenor “di forza” y, sin embargo, capaz de suavizarse para abordar papeles más líricos como “Lucia”. Durante los años cincuenta del siglo pasado sobresalieron Ramon Vinay y Mario del Monaco. El primero empezó y terminó como barítono, algo parecido sucedería después con Plácido Domingo. Su voz resultaba algo opaca, el agudo tenso con frecuencia, problemático el pasaje y con dificultad para el legato, lo que en ocasiones le llevaba a declamar más que cantar. No obstante, admiró por la profundidad de su interpretación en las escenas “Dio! mi potevi scagliar” y “Niun mi tema”. Mario del Monaco causaba furor desde su entrada en el “Esultate!”, con un poderío y un brillo broncíneo que no ha admitido parangón. Fue el mejor Otello de la historia porque, además, lo actuaba. Ni un problema en el si bemol, el natural o el do porque, no hay que olvidarlo, estamos ante un rol con agudos, ante un segundo acto especialmente problemático. Curiosamente existe una grabación en Dallas en la que su Yago es precisamente Vinay. En la década de los primeros setenta sobresalió Jon Vickers por la profundidad psicológica de la que impregnaba al moro. Sin embargo, siempre se aplaudía más a Mirella Freni que a él.

Después, sin duda, el gran Otello ha sido Plácido Domingo a pesar de sus dificultades en la zona alta. Se especuló mucho sobre si el personaje le arruinaría la voz, pero una vez más demostró aplicando su inteligencia canora que no iba a ser así. Las representaciones en la Scala con Kleiber son inolvidables por el equilibrio y modelo de musicalidad que supo llevar a un Otello cantado y nunca gritado.

Hay cuatro casos que merecen un recuerdo especial. Giacomo Lauri-Volpi supo sacarlo adelante a pesar de tratarse de un tenor más lírico. Franco Corelli, con la voz ideal para el papel, nunca se decidió a interpretarlo, aunque sean magníficas las escenas que cantó. Luciano Pavarotti lo intentó en vano a pesar del apoyo de Solti y Chicago. También el tenor verdiano por excelencia, Carlo Bergonzi, naufragó cuando lo intentó en concierto, ya a los 75 años, en presencia de Domingo, Carreras y Pavarotti. No llegó al último acto. Su “Ora e per sempre addio” quedará imborrable en el recuerdo de quienes asistieron porque, probablemente, jamás se hay interpretado con tal sentimiento. Razones tenía.

¿Y Jonas Kaufmann? Léanme a lo largo de la semana próxima y ya les avanzo que la prueba viene en el segundo acto. Gonzalo Alonso

https://youtu.be/srCGSB1okAE

https://youtu.be/bOTZWi-TBls

https://youtu.be/p5OAiVrrPDU

Un comentario

  1. Miguel Levy 03/07/2017 a las 00:16 - Responder

    El fenómeno Vinay tiene nombre y apellido; Arturo Toscanini.

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