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Por Publicado el: 30/10/2007Categorías: En la prensa

Otra Cecilia de altar por Alberto Ruiz-Gallardón

Otra Cecilia de altar por Alberto Ruiz-Gallardón

Poco a poco, en una carrera perfectamente trazada y resuelta con idéntica perfección, la cantante italiana Cecilia Bartoli ha alcanzado la cumbre entre las mezzosopranos dramáticas que cultivan su repertorio. Desde hace más de dos décadas, Bartoli ocupa un lugar de excepción en el mundo del canto, tanto en la ópera como en el recital con piano u orquesta.
Sus numerosas grabaciones han extendido la popularidad de la cantante romana a aficionados del mundo entero que no pisan los teatros de ópera. Quienes sí asisten a óperas y conciertos, han podido aplaudir en directo su asombrosa vocalidad, y la han elevado a los altares del canto. La música barroca, y Mozart, Haydn, Salieri, Gluck… le otorgaron una corona difícil de arrebatar. Recitales como Opera Proibita demuestran que Bartoli no se conforma con el repertorio habitual. Busca y encuentra joyas que, sin ella, no hubiésemos conocido. En un recital con piano, en el Auditorio Nacional, entusiasmó, en plena juventud, al público madrileño, entregado desde entonces a su potencia y belleza tímbrica.

Su último disco, María, dedicado a la figura de la gran cantante romántica María Felicia García (1808-1836), la Malibrán, ha deslumbrado a la crítica, causando además fuerte impresión en melómanos y aficionados. Malibrán, ensalzada por los mejores compositores y artistas románticos, vuelve a la vida gracias al arte impulsivo, fuerte y de similar elegancia y delicadeza de Cecilia Bartoli. María Malibrán era hija de Manuel García (1775-1832), actor y músico sevillano, compositor y celebérrimo tenor en su tiempo, retratado por Goya, al que Rossini asignó en el estreno de El barbero de Sevilla el papel de Almaviva. García triunfó en Madrid con El poeta calculista y también por toda Europa y América como cantante autor.

Si resulta sorprendente por su duende andaluz, la mirada de Bartoli a la canción Yo que soy contrabandista, de El poeta calculista, aún sorprende más el recitativo y aria de Semiramide en la calderoniana La hija del aire, también de García, que aquí se muestra cercano al gran arte de Gluck.

Sólo por este disco impar, la cantante romana se ha ganado con creces el cariño, reconocimiento y ferviente aplauso de la filarmonía de toda España. Gracias, Cecilia, porque haces honor a un nombre de arraigada tradición musical.

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